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EL LIBRO DE LOS CUENTOS. — 129

El primer renglón decia;
Y sin lér mas, con arrojos,
Como estrella que Dios guia
Fué al campo á buscar abrojos.

Dos almorzadas muy buenas
Trajo, y que quiso ó no quiso,
Al padre, que vé en sus penas,
En los ojos de improviso
Le puso un par de docenas.

Un lienzo muy apretado
Encima le puso luego;
Con que al padre desdichado
Le saltaron de contado
Los ojos, y quedó ciego.

A leer volvió con enojos
Los renglones, y al mirarlos
Despacio, vieron sus ojos:
Para los ojos, abrojos
Son buenos para sacarlos.


La pérdida irreparable.

Un caballero, que estaba casado con una mujer fea, se lamentaba de la pérdida de suhijo, que era único.

Una de esas vecinas que se empeñan en consolar á todo el mundo, decia:

— Dios es bueno y dará á V. otro, y dos si son necesarios.

— No me diria V. eso, dijo el buen hombre mirando á su mujer, si se hiciese V. cargo de que la medicina es peor que la enfermedad.


El amo rico y el criado fuerte.

Quejábase uno del cansancio de un largo viaje que habia hecho á pie: Sócrates le preguntó:

— ¿Os ha podido seguir vuestro esclavo?

— Sí, respondió:

— ¿Llevaba algo?