está como correo, no hará otra cosa que cenar, y partirá en seguida.
— Pues bien, contestó el otro, cuando haya partido os pagaré el cuadro.
Una señora casada, joven y hermosa, mandó hacer á un italiano, estando ausente su marido, cuatro niños de yeso para adornar las rinconeras de la sala.
El primer documento con que el marido se encontró á su vuelta fué la cuenta del italiano, que decia así:
— Por haber hecho cuatro niños á la señora N., cuatro duros.
El marido leyó la cuenta , y no solo se rió, sino que la pagó; lo que, siendo ella tal, no era poco.
Llevaban á ahorcar un asesino, y un palurdo, que miraba los preparativos con ojos estúpidos, preguntó á un caballero :
— Diga su mercé, ¿qué van á hacer á ese hombre?
— ¡Ahorcarlo!
— ¡Toma! ¡pas cá hecho!
— Yo le diré á V. : ha cometido un delito espantoso, un crimen horrible, ¡qué! si es una cosa increíble. Figúrese V. que en el mes de diciembre, cuando cayó aquella gran nevada
—¡Ya!
— Pues bien, entonces, qué hace el tunante; liena de nieve una porción de salones que tenia, la coge después poco á pooo, la lleva al horno, la seca perfectamente á fuego lento, la reduce á polvo finísimo, y la ha vendido por azúcar.
-¡ Ah, maldito falsificador! ¿Con que ha cometido