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EL LIBRO DE LOS CUENTOS. — 117

ballero, es la embajadora de madre de este lechoncillo que tiene el honor de saludar á vuestra grandeza.


La locura de casarse viejo.

Habiéndose casado un viejo cuando tenia setenta años, algunos amigos le hacian una pesada burla diciéndole que habia hecho una gran locura.

El viejo respondió:

— Razon tenéis en decir que el hombre en ser viejo pierde el seso, y claro es, amigos mios, que por eso me he casado, porque mientras he sido joven y he tenido juicio, ninguna me ha podido atrapar.


La nariz cortada y pegada.

Un joven cirujano de la escuela moderna, tan diestro operador como hábil músico, tan amigo de las disecciones anatómicas como de dar música á las muchachas bonitas de su pueblo, se vio una noche en la necesidad de defenderse contra un agresor que concluyó por derribarle las narices de un sablazo, cortándolas de cercen á cercen como si fueran de calabaza.

Nuestro hombre, vuelto del aturdimiento producido por el golpe furioso, se bajó al suelo con mucha serenidad, cogió la nariz, y bonitamente, como si fuese de cera, la colocó en el punto de donde habia sido separada, é improvisó un aposito con su pañuelo y su corbatín. Hecha de este modo la primera cura, se retiró á descansar, no sin bendecir la ciencia que le habia sugerido tan feliz pensamiento.

Pasados tres dias, y habiendo cesado el dolor, conoció que la herida debia estar curada, y levantado su modesto vendaje, observó que efectivamente era así, porque la nariz estaba pegada con toda seguridad á la cara, como si la hubiera suje