Página:El libro de los cuentos.djvu/112

Esta página ha sido corregida
112 — BIBLIOTECA DE LA RISA.

 17.
¿Quién es aquel que su ser
no fuera tal si se viera?
que al verse, aunque no quisiera,
dejara al punto de ser
lo que antes de verse era.


El espanta-pájaros.

Observando un albeitar de aldea que los gorriones se le comian la mayor parte del trigo que tenia en su granero, trató de remediar este mal poniendo para espantarlos una escoba grande en el centro del montón, disfrazada con una levita de incomensurables faldones y el mayor y mas imponente de sus sombreros.

Fiado en esta idea feliz, descuidó por algún tiempo sus visitas al granero, hasta que al fin subió, mas que por recelo, por gozar un rato del buen resultado de su estrategia. Pero ¡oh desdicha! No solo el montón habia menguado exageradamente, sino que los desvergonzados animales se hablan atrevido á hacer sus nidos en los bolsillos de la levita.


Un acreedor de lo que no hay.

Figuraos si tendría mala memoria un zapatero, llamado Pedro Diaz, que olvidó nada menos que el nombre de su acreedor, á quien habia prestado un duro. Dábale tanta pena este olvido, que no pudo menos de confiarlo á su mujer, y ella, que se pintaba sola para sacar dinero, le dio un buen consejo, reducido á contestar á todos los que le saludasen en la calle, diciendo:

— Mejor me vendría mi duro.

De esta manera, anadia la mujer, cuando saludes á quien nada te deba, pasará adelante sin ha