la corte quedó muda sin atreverse á pronunciar una palabra.
Pasado cierto tiempo principió á hablarse de él en algrmos corrillos.
— ¿Han visto Vds., señores, decia un dia un andaluz, que piernas tan malas tiene N.?
— ¿Cuánfo hace que V. lo conoce? le preguntó un literato.
— Apenas lo he visto cinco ó seis veces.
— Entonces disimule V. , pero no puedo creer que se haya hecho cargo de las piernas.
— ¿Y por qué?
— Porque soy tan observador como pueda "V. serlo, y habiéndolo visto mas de cien veces, todavía no he pasado de la cara.
Un conde daba á sus criados de comer con mas econoinia de la conveniente al estómago de los jóvenes. Habia leidoen un libro de medicina que las borrajas alegraban el espíritu y alimentaban el cuerpo, y con el santo propósito de conseguir tan buen resultado, durante tres ó cuatro meses no les dio otra cosa para cenar.
— Comedias con placer, les decia, hijos mios, porque es una ensalada que alegra los corazones, y vosotros mismos poco á poco os convencereis de esta verdad y me daréis la razón.
— Efectivamente, el conde fué profeta, porque una noche en que su señoría estaba próximo á desesperarse atormentado por horribles dolores de gota, de repente se abrió la puerta del salón y se lanzó en él toda la caterva de criados y criadas armados de sartenes, cazos y almireces saltando y bailando al compás de aquellos descompasados instrumentos.
— ¡Qué queréis de mí, miserables! gritó el conde con voz de trueno.
— Señor, no se alarme V. S., dijo uno dé los cria