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EL JUGUETE RABIOSO

—¿Y en qué llevamos 28 tomos? Estás loco vos... a menos que llames a un carro de mudanzas.

Pasaron algunos coches con la capota desplegada y la alta claridad de los arcos voltaicos, cayendo sobre los árboles, proyectaba en el afirmado largas manchas temblorosas. El mozo nos sirvió café. Continuaban desocupadas las mesas en redor, los músicos charlaban en el palco, y del salón de billares llegaba el ruido de tacos conque algunos entusiastas aplaudían una carambola complicadísima.

—¿Vamos a jugar un tute arrastrado?

—Déjate de tute, hombre.

—Parece que llueve.

—Mejor — dijo Enrique — estas noches agradaban a Montparnase y a Tenardhier. Tenardhier decía: Más hizo Juan Jacobo Roussean. Era un ranún el Tenardhier ése, y esa parte del caló es formidable.

—¿Llueve todavía?

Volví los ojos a la plazoleta.

El agua caía oblicuamente, y entre dos hileras de árboles el viento la ondulaba en un cortinado gris.

Mirando el verdor de los ramojes y follajes ilumi. nados por la claridad de plata de los arcos voltaicos, sentí, tuve una visión de grutas en parques estremecidos en una noche de verano, por el rumor de la fiestas pleheya. y de los cohetes rojos reventando en lo azul. Esa evocación inconsciente me entristeció.

De aquella última noche azarosa, conservo lúcida memoria.

Los músicos desgarraron una pieza que en la pizarra tenía el nombre de "Kiss me"

En el ambiente vulgar, la melodía onduló su ritmo trágico y lejano. Diría que era la voz de un coro de emigrantes pobres en la sentina de un trasatlántico mientras el sol se hundía en las pesadas aguas verdes.