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ANTÓN P. CHEJOV
Ania.

Él te quiere, sin embargo. ¿Por qué no os explicáis? ¿Qué esperáis, pues?

Varia.

Me parece que esto no va a seguir adelante. El hombre está ocupadísimo. No piensa, no tiene tiempo de pensar en mí. No me presta la menor atención. ¡Que Dios le bendiga! Me causa pena el verle. Todo el mundo se ocupa de nuestro matrimonio, todos nos felicitan, y, en realidad, no hay nada de serio ni de real. No es mas que una ilusión... (Cambiando de tono.) Ania, tu broche tiene la forma de una abeja.

Ania. (Tristemente.)

Es mamá quien me lo confió... En París, sabes, subí a un globo cautivo.

Varia.

Me parece mentira que estés de vuelta. (Abrazándola.) Mi buena, mi querida Ania, ha llegado por fin.

Duniascha. (Con la cafetera y un juego de café.)

El café para Lubova Andreievna.