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EL JARDÍN DE LOS CEREZOS

va siempre contra nuestra conveniencia. Permítame usted, Yermolai Alexievitch, que le explique mí caso: hace tres días compré un par de botas; mírelas, son éstas que llevo. Las malditas, se lo aseguro, hacen tal ruido que no hay modo de andar con ellas. ¿Qué hacer? ¿Cómo podría yo engrasarlas para que no rechinen?

Lopakhin.

¡Déjame en paz! Me fastidias con tus estúpidas historias.

Epifotof.

Todos los días me ocurre algo desagradable. Al fin y al cabo, yo no me lamento. Ya empiezo a acostumbrarme a las contrariedades crónicas. Ellas me hacen ya sonreir.

Duniascha.


(Entra y presenta a Lopakhin el vaso de «kwas».)

Está servido el señor.

Epifotof.

Voy a... (Pronuncia frases incoherentes, va de un lado para otro y sale.)

Duniascha.

Tengo que decirle, Yermolai Alexievitch, que Epifotof quiere casarse conmigo; ha pedido mi mano...