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LOS HOMBRES QUE ESTÁN DE MÁS

perezoso del rascón, y empieza a imaginarse lo bien que estará cuando vuelva a la ciudad, y, terminadas sus tareas en el Tribunal, se eche a dormir en su casa solitaria...

De repente, al volver de una esquina, aparece una figura humana.

—Seguramente el guardián—piensa Zaikin.

Pero, al fijarse, reconoce al veraneante del pantalón rojo.

—¿Cómo no duerme usted?—le pregunta.

—No puedo—suspira el del pantalón rojo—. Disfruto de la Naturaleza... Tenemos huéspedes; en el tren de la noche ha llegado mi suegra.... y con ella mis sobrinas..., jóvenes muy agraciadas. Estoy muy satisfecho..., muy contento.... a pesar de... de que hay mucha humedad... ¿Y usted también disfruta de la Naturaleza?

—Sí...—balbucea Zaikin—. Yo también disfruto de la Naturaleza... ¿No conoce usted, aquí, en la vecindad, algún restaurant o tabernita?

El de los pantalones rojos levanta los ojos hacia el cielo y quédase reflexionando.