mano, me condujo al lavabo, que precisamente se hallaba en esta habitación, y me dijo: «No llores, aldeanito, no llores; esto no será nada. De aquí a tu boda, todo habrá pasado... [1]. ¡Ah, sí; aldeanito! En efecto: mi padre era un labriego, nada más que un insignificante labriego; pero yo, ahora, uso chaleco blanco y calzo botas amarillas... No cabe duda, soy rico; tengo muchísimo dinero, aunque reflexionándolo bien, mirando las cosas como son, yo, a mi vez, no soy sino un labriego... Quise leer este libro, hice lo posible por leerlo, trate de comprender, y nada comprendí. Las letras impresas me trajeron el sueño, y me dormí profundamente.
Los perros, sin embargo, no se duermen jamás cuando esperan a sus amos.
¿Qué te ocurre, Duniascha? Tu actitud me causa extrañeza.
Mis manos tiemblan. Mis piernas flaquean. Tengo miedo de caer.
- ↑ Proverbio ruso.