Página:El jardín de los cerezos.djvu/174

Esta página ha sido corregida
170
ANTÓN P. CHEJOV

son ahora demasiado... entendes vouz...? sauce provenzale...

—¿De modo que usted se muestra incrédulo? Ea, le voy a probar la certeza de mi aserto. Ella mantenía su fidelidad por medio de ciertas artes estratégicas o de fortificación, si se puede expresar así, que yo ponía en práctica. Gracias a mi sagacidad y a mi astucia, mi mujer no me podía ser infiel en manera alguna. Yo desplegaba mi astucia para vigilar la castidad de mi lecho matrimonial. Conozco unas frases que son como una hechicería. Con que las pronuncie, basta. Yo podía dormir tranquilo en lo que tocaba a la fidelidad de mi esposa

—¿Cuáles son esas palabras mágicas?

—Muy sencillas. Yo divulgaba por el pueblo ciertos rumores. Ustedes mismos los conocen muy bien. Yo decía a todo el mundo: «Mi mujer, Alona, sostiene relaciones con el jefe de Policía Zran Alexientch Zalijuatski.» Con esto bastaba. Nadie atrevíase a cortejar a Alona, por miedo al jefe de Policía. Los pretendientes apenas la veían echaban a correr, por temor de que Zalijuatski no fuera a imaginarse algo. ¡Ja! ¡Ja...! Cualquiera iba a enredarse con ese diablo. El polizonte era capaz de anonadarlo a fuerza de denuncias. Por ejemplo: vería a tu gato vagabundeando, y te denunciaría por dejar tus animales errantes...; por ejemplo...

—¡Cómo! ¿Tu mujer no estaba en relaciones con el jefe de Policía?—exclaman todos con asombro.

—Era una astucia mía. ¡Ja! ¡Ja...! ¡Con qué habilidad os llamé a engaño!

Transcurrieron algunos momentos sin que nadie