Antón Vaulvritch Chejov, al escribir El jardín de los cerezos—que fué una de sus últimas obras—, propúsose describir una serie de tipos que se mueven dentro del cuadro de una finca rústica, en la Rusia contemporánea; claro es que en la Rusia anterior a la guerra y a la revolución. La forma dialogada que dió a su trabajo favoreció la transformación de éste, después de la muerte de su autor [1], en una comedia en cuatro actos, que obtuvo, en el Teatro Artístico de Moscú, éxito considerable y quedó de repertorio definitivamente. Por extraña ironía de la suerte, Chejov, cuyas tentativas dramáticas habían sido acogidas con frialdad, alcanzó póstumo triunfo teatral precisamente con una obra que no había sido escrita para la escena.
El texto ruso, calcado sobre el primitivo original y presentado como «Comedia en cuatro actos», no reúne condiciones escénicas. Llevado a las tablas tal como se editó, su fracaso, aun ante el público más indulgente, hubiera sido irremediable. Suprimiéronse episodios, abreviáronse escenas. Aun así, el diálogo era monótono, interminable; las repeticiones ponían a prueba la paciencia del lector. Chejov, tan maestro en el arte de apuntar, de un solo rasgo, una impresión fugitiva; en descubrirnos el carácter de un personaje mediante ligerísimas pinceladas; tan simple y conciso de ordinario, cae fácilmente en la proligidad. El jardín de los cerezos parece ser esbozo de un vasto lienzo en que el autor hubiera desplegado sus altas cualidades de observador, de psicólogo, de humorista, de poeta sentimental. Porque de todo ello había en la manera de este
- ↑ Chejov, nacido en 1800 en Moscú, falleció en 1905 en Yalta (Crimea).