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EL JARDÍN DE LOS CEREZOS
Firz. (Sonriendo.)

Sí; me iré a dormir. Pero cuando yo duerma, ¿quién me reemplazará en mis quehaceres? Hay que tener en cuenta que estoy solo en la casa.

Yascha.

Lubova Andreievna, permítame que le dirija un ruego. Cuando regrese a París, haga por que yo la acompañe. Aquí me aburro.

(Pitschik entra.)

Pitschik. (A Lubova Andreievna.)

Concédame usted un valsecito. (Lubova Andreierna sale del brazo con él.) Mi querida amiga, necesito todavía ciento ochenta rublos. ¿Puedo contar con ellos? (Ambos se alejan bailando. Óyense voces en la gran sala. Llega Lopakhin. Pistchik le besa y le dice:) Tú hueles a cognac. Nosotros, ya lo ves, nos divertimos.

(Entra Lubova Andreievna.)

Lubova.

¿Es usted, Yermolai Alexievitch? ¿Cómo ha tardado tanto? ¿Dónde está Leónidas?