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Don Quijote.

daño. Con esto que pensó Sancho Panza, quedó sosegado su es- píritu y tuvo por bien acabado su negocio, y detívose allí hasta la tarde, por dar lugar á que Don Quijote pensase que le habia teni- do para ir y volver del Toboso; y sucedióle todo tan bien, que cuan- do se levanto para subir en el rucio, vió que del Toboso hácia don- de él estaba venian tres labradoras sobre tres pollinos ó pollinas, que el autor no lo declara, aunque mas se puede creer que eran borricas, por ser ordinaria caballería de las aldeanas; pero como no va mucho en esto, no hay para que detenernos en averiguarlo. En resolucion, así como Sancho vió á las labradoras, á paso tirado vol- vió á buscar á su señor Don Quijote, y hallóle suspirando y di- ciendo mil amorosas lamentaciones. Como Don Quijote le vió, le dijo: ¿Qué hay, Sancho amigo? ¿podré señalar este dia con pie- dra blanca ó con negra?-Mejor será, respondió Sancho, que vue- sa merced le señale con almagre, como rétulos de cátedras, porque le echen bien de ver los que le vieren.-De ese modo, replicó Don Quijote, buenas nuevas traes.-Tan buenas, respondió Sancho, que no tiene mas que hacer vuesa merced, sino picar á Rocinante y sa- lir á lo raso á ver å la señora Dulcinea del Toboso, que con otras dos doncellas suyas viene á ver á vuesa merced.-¡Santo Dios! ¿Qué es lo que dices, Sancho amigo? dijo Don Quijote. Mira no me engañes, ni quieras con falsas alegrías alegrar mis verdaderas tristezas. ¿Qué sacaria yo de engañar á vuesa merced, respondió Sancho, y mas estando tan cerca de descubrir mi verdad? Pique, señor, y venga y verá venir á la princesa nuestra ama, vestida y adornada, en fin, como quien ella es. Sus doncellas y ella, todas son una ascua de oro, todas mazorcas de perlas, todas son diaman- tes, todas rubíes, todas telas de brocado de mas de diez altos¹: los cabellos sueltos por las espaldas, que son otros tantos rayos del sol, que andan jugando con el viento: y sobre todo vienen á caballo so- bre tres cananeas remendadas, que no hay mas que ver.-Haca- neas, querrás decir, Sancho.-Poca diferencia hay, respondió San- cho, de cananeas á hacaneas; pero vengan sobre lo que vinieren, ellas vienen las mas galanas señoras que se puedan desear, espe- cialmente la princesa Dulcinea mi señora, que pasma los sentidos. -Vamos, Sancho hijo, respondió Don Quijote, y en albricias des-


1 Llamábanse altos las guarniciones ó bordados de oro que se sobreponian en la tela de brocado. Por lo comun eran tres: el primero se llamaba fondon, el segundo la labor, el tercero el escarchado, que se formaba de unos como anillejos pequefios, segun dice Covarrubias en su Tesoro: brocado de

mas de dies altos es ponderacion de Bancho.