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Capítulo X.

yo ni mi amo la habemos visto jamas.-¿Y paréceos que fuera acer- tado y bien hecho, que si los del Toboso supiesen que estais vos aquí con intencion de ir á sonsacarles sus princesas, y á desasose- garles sus damns, viniesen y os moliesen las costillas á puros pa- los, y no os dejasen hueso sano?-En verdad que tendrian mucha razon, cuando no considerasen que soy mandado, y que mensage- ro seis, amigo, no mereceis culpa, non.-No os fieis en eso, San- cho, porque la gente manchega es tan colérica como honrada, y no consiente cosquillas de nadie.-Vive Dios, que si os huele, que os mando mala ventura.--Oxte puto, allá darás rayo': no sino ánde- me yo buscando tres piés al gato por el gusto ageno, y mas que así será buscar á Dulcinea por el Toboso, como á Marica por Ravena, ó al Bachiller en Salamanca: el diablo, el diablo me ha metido á mí en esto, que otro no. Este soliloquio pasó consigo Sancho, y lo que sacó del fué que volvió á decirse:-Ahora bien, todas las co- sas tienen remedio, si no es la muerte, debajo de cuyo yugo hemos de pasar todos mal que nos pese, al acabar de la vida. Este mi amo por mil señales he visto que es un loco de atar, y aun tambien yo no le quedo en zaga, pues soy mas mentecato que él, pues le si- go y le sirvo, si es verdadero el refran que dice: Dime con quien andas, decirte he quien eres: y el otro de: No con quien naces, si- no con quien paces. Siendo pues loco, como lo es, y de locura que las mas veces toma unas cosas por otras, y juzga lo blanco por ne- gro y lo negro por blanco, como se pareció cuando dijo que los mo- linos de viento eran gigantes, y las mulas de los religiosos, drome- darias, y las manadas de carneros, ejércitos de enemigos, y otras muchas cosas á este tono, no será muy dificil hacerle creer que una labradora, la primera que me topare por aquí, es la señora Dulci- nea, y cuando él no lo crea; juraré yo, y si el jurare, tornaré yo á jurar, y si porfiare, porfiaré yo mas, y de manera que tengo de tener la mia siempre sobre el hito, venga lo que viniere, quizá con esta porfia acabaré con él, que no me envié otra vez å semejantes men- sagerias, viendo cuan mal recado le traigo dellas, ó quizá pensará, como yo imagino, que algun mal encantador de estos que él dice que le quieren inal, la habrá mudado la figura por hacerle mal y

1 Este adagio imprecatorio se lee así entero:

Allá darás, rayo, En cas de Tamayo.

Los poetas se servien de él para estribillo de sus letrillae, como lo hizo Don Luis de Góngora, con la

IV de sus burlescas.