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Capítulo VII.

tales dos locos cómo amo y mozo no se habrian visto en el mundo. Finalmente, Don Quijote y Sancho se abrazaron, y quedaron ami- gos y con parecer y beneplácito del gran Carrasco, que por enton- ces era su oráculo, se ordenó que de allí á tres dias fuese su parti- da, en los cuales habria lugar de aderezar lo necesario para el via- ge, y de buscar una celada de encaje, que en todas maneras, dijo Don Quijote, que la habia de llevar. Ofreciósela Sanson, porque sabia no se la negaria un amigo suyo que la tenia, puesto que es- taba mas escura por el orin y el moho, que clara y limpia por el terso acero. Las maldiciones que las dos, ama y sobrina, echaron al Bachiller, ne tuvieron cuento: mesaron sus cabellos, arañaron sus rostros, y al modo de las endechaderas que se usaban, lamen- taban la partida, como si fuera la muerte de su señor'. El desig- nio que tuvo Sanson para persuadirle á que otra vez saliese, fué hacer lo que adelante cuenta la historia, todo por consejo del Cura y del Barbero, con quien él antes lo habia comunicado. En reso- lucion, en aquellos tres dias Don Quijote.y Sancho se acomodaron de lo que. les pareció convenirles, y habiendo aplacado Sancho á su muger, y Don Quijote á su sobrina y á su ama, al anochecer, sin que nadie lo viese, sino el Bachiller, que quiso acompañarles media legua del lugar, se pusieron en camino del Toboso, Don Qui- jote sobre su buen Rocinante y Sancho sobre su antiguo rucio, pro- veidas las alforjas de cosas tocantes á la bucólica, y la bolsa de di- neros que le dió Don Quijote, para lo que se ofreciese. Abrazóle Sanson y suplicóle le avisase de su buena ó mala suerte, para ale- grarse con esta ó entristecerse con aquella, como las leyes de su amistad pedian. Prometióselo Don Quijote: dió Sanson la vuelta á su lugar, y los dos tomaron la de la gran ciudad del Toboso.

1 Estas endechaderas, lloraderas ó plaideras, solian alquilares para forar en jos entierros de los difuntos; y en el testamento del Cid, se dice:

Item: mando que no alquilen Planideras que me lloren.

(Escobar. Romance 96.) Covarrubias añade en su Tesoro (V. Endechar.) Este modo de llorar los muertos se usaba en toda España, porque iban las mugeres detras del cuerpo del marido des- cabelladas, y las hijas tras el de sus padres mesándose, y dando tantas voces, que en la iglesia no dejaban hacer el oficio & los clérigos. En algunas provincias se conservan todavia residuos de estas lagrimosas ceremonias.

TOMO II.

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