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Don Quijote.

rasco, perpetuo trástulo¹ y regocijador de los patios de las escuelas salmanticenses, sano de su persona, ágil de sus miembros, callado, sufridor así del calor como del frio, así de la hambre como de la sed, con todas aquellas partes que se requieren para ser escudero de un caballero andante; pero no permita el cielo que por seguir mi gusto desjarrete y quiebre la coluna de las letras y el vaso de las ciencias, y tronque la palma eminente de las buenas y liberales ar- tes: quédese el nuevo Sanson en su patria, y honrándola, honre juntamente las canas de sus ancianos padres, que yo con cualquier escudero estaré contento, ya que Sancho no se digna de venir con- migo.-Si digno, respondió Sancho, enternecido y llenos de lágri- mas los ojos, y prosiguió: no se dirá por mí, señor mio, el pan co- mido y la compañía deshecha: sí que no vengo yo de alguna al- curnia desagradecida, que ya sabe todo el mundo y especialmente mi pueblo, quien fueron los Panzas, de quien yo deciendo, y mas que tengo conocido y calado por muchas buenas obras y por mas buenas palabras el deseo que vuesa merced tiene de hacerme mer- ced, y si me he puesto en cuentas de tanto mas cuanto acerca de mi salario, ha sido por complacer á mi muger, la cual cuando to- ma la mano á persuadir una cosa, no hay mazo que tanto apriete los aros de una cuba, como ella aprieta á que se haga lo que quie- re; pero en efecto el hombre ha de ser hombre y la muger muger, y pues yo soy hombre donde quiera, que no lo puedo negar, tam- bien lo quiero ser en mi casa, pese á quien pesare: y así no hay mas que hacer, sino que vuesa merced ordene su testamento con su co- dicilo, en modo que no se pueda revolcar, y pongámonos luego en camino, porque no padezca el alma del señor Sanson, que dice que su conciencia le lita, que persuada á vuesa merced á salir vez ter- cera por ese mundo, y yo de nuevo me ofrezco á servir á vuesa merced fiel y legalmente, tan bien y mejor que cuantos escuderos han servido á caballeros andantes, en los pasados y presentes tiem- pos. Admirado quedó el Bachiller de oir el término y modo de hablar de Sancho Panza: que puesto que habia leido la primera his- toria de su señor, nunca creyó que era tan gracioso como allí le pintan; pero oyéndole decir ahora testamento y codicilo que no se pueda revolcar, en lugar de testamento y codicilo que no se pueda revocar, creyó todo lo que dél habia leido, y confirmólo por uno de los mas solemnes mentecatos de nuestros siglos, y dijo entre sí, que 1 El Trásulo no solo movia á risa con agudezas, sino con vestidos ridículos y estrafalarios.

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