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Capítulo VII.

á merced conmigo, bene quidem, y si no, tan amigos como de an- tes, que si al palomar no le falta cebo, no le faltarán palomas, y ad- vertid, hijo, que vale mas buena esperanza que ruin posesion, y bue- na queja que mala paga. Hablo desta inanera, Sancho, por daros á entender que tambien como vos sé yo arrojar refranes como llo- vidos: y finalmente quiero decir, y os digo, que si no quereis venir á merced conmigo y correr la suerte que yo corriere, que Dios que- de con vos y os haga un santo, que á mí no me faltarán escuderos mas obedientes, mas solícitos, y no tan empachados ni tan habla- dores como vos. Cuando Sancho oyó la firme resolucion de su amo, se le anubló el cielo y se le cayeron las alas-del-corazon, por- que tenia creido que su señor no se iria sin él por todos los habe- res del mundo: y así estando suspenso y pensativo, entró Sanson Carrasco y el ama y la sobrina, deseosas de oir con qué razones persuadia á su señor, que no tornase á buscar las aventuras. Lle- gó Sanson, socarron famoso, y abrazándole como la vez primera y con voz levantada, le dijo: ¡O flor de la andante caballería! ¡ó luz resplandeciente de las armas! ¡ó honor y espejo de la nacion Espa- ñola! plega á Dios Todopoderoso, donde mas largamente se contie- ne, que la persona 6 personas que pusieren impedimento y estorba- ren tu tercera salida, que no la hallen en el laberinto de sus deseos, ni jamas se les cumpla lo que mal descaren: y volviéndose al ama, le dijo:-Bien puede la señora ama no rezar mas la oracion de San- ta Apolonia, que yo sé que es determinacion precisa de las esferas que el señor Don Quijote vuelva á ejecutar sus altos y nuevos pen- samientos, y yo encargaria mucho mi conciencia, si no intimase y persuadiese á este caballero, que no tenga mas tiempo encogida y detenida la fuerza de su valeroso brazo y la bondad de su ánimo valentisimo, porque defrauda con su tardanza el derecho de los tuertos, el amparo de los huérfanos, la honra de las doncellas, el favor de las viudas y el arrimo de las casadas, y otras cosas deste jaez que tocan, atañen, dependen, y son anecsas á la orden de la ca- ballería andante. Ea, señor Don Quijote mio, hermoso y bravo, antes hoy que mañana se ponga vuesa merced y su grandeza en ca- mino, y si alguna cosa faltare para ponerle en ejecucion, aquí es- toy yo para suplirla con mi persona y hacienda, y si fuere necesi- dad servir á su magnificencia de escudero, lo tendré á felicísima ventura. A esta sazon dijo Don Quijote, volviéndose á Sancho: -¡No te dije yo, Sancho, que me habian de sobrar escuderos? Mi-

ra quien se ofrece á serlo, sino el inaudito Bachiller Sanson Car-