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Don Quijote.

estamos sujetos á la muerte, y que hoy somos y mañana no, y que tan presto se va el cordero como el carnero, y que nadie puede pro- meterse en este mundo mas horas de vida de las que Dios quisiere darle, porque la muerte es sorda, y cuando llega á llamar á las puer- tas de nuestra vida, siempre va de priesa, y no la harán detener ni ruegos, ni fuerzas, ni cetros, ni mitras, segun es pública voz y fa- ma, y segun nos lo dicen por esos púlpitos.-Todo eso es verdad, dijo Don Quijote; pero no sé donde vas á parar.-Voy á parar, di- jo Sancho, en que vuesa merced ine señale salario conocido de lo que me ha de dar cada mes el tiempo que le sirviere, y que el tal salario se me pague de su hacienda, que no quiero estar á merce- des, que llegan-tarde, ó mal, ó nunca: con lo mio me ayude Dios. En fin, yo quiero saber lo que gano; poco ó mucho que sea, que sobre un huevo pone la gallina, y muchos pocos hacen un mucho, y mientras se gana algo, no se pierde nada. Verdad sea que si su- cediese (lo cual ni lo creo ni lo espero) que vuesa merced me diese la ínsula que me tiene prometida, no soy tan ingrato, ni llevo las cosas tan por los cabos, que no querré que se aprecie lo que mon- tare la renta de la tal ínsula, y se descuente de mi salario gata por cantidad.-Sancho. amigo, respondió Don Quijote, á las veces tan buena suele ser una gata como una rata.-Ya entiendo, dijo San- cho: yo apostaré que habia de decir rata, y no gata, pero no impor- ta nada, pues vuesa merced me ha entendido.-Y tan entendido, respondió Don Quijote, que he penetrado lo último de tus pensa- mientos, y sé al blanco que tiras con las innumerables saetas de tus refranes. Mira, Sancho, yo bien te señalaria salario, si hubiera ha- llado en alguna de las historias de los caballeros andantes ejemplo que me descubriese y mostrase por algun pequeño resquicio, qué es lo que solian ganar cada mes ó cada año; pero yo he leido todas, ó las mas de sus historias, y no me acuerdo haber leido, que nin- gun caballero andante haya señalado conocido salario á su escude- ro, solo sé que todos servian å merced, y que cuando menos se lo pensaban, si á sus señores les habia corrido bien la suerte, se halla- ban premiados con una ínsula, ó con otra cosa equivalente, y por lo menos quedaban con título y señoría: si con estas esperanzas y aditamentos vos, Sancho, gustais de volver á servirme, sea en bue- na hora, que pensar que yo he de sacar de sus términos y quicios la antigua usanza de la caballería andante, es pensar en lo escusa- do: así que, Sancho mio, volveos á vuestra casa, y declarad á vues- tra Teresa mi intencion, y si ella gustare y vos gustaredes de estar

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