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Don Quijote.

nocer al autor que dicen que compuso una historia que anda por ahí, con el título de Segunda Parte de las hazañas de Don Qui- jote de la Mancha, de mi parte le pidan, cuan encarecidamente ser pueda, perdone la ocasion que sin yo pensarlo le dí, de haber es- crito tantos y tan grandes disparates, como en ella escribe, porque parto desta vida con escrúpulo de haberle dado motivo para escri- birlos. Cerró con esto el testamento, y tomándole un desmayo, se tendió de largo á largo en la cama. Alborotáronse todos y acu- dieron á su remedio, y en tres dias que vivió despues deste, donde hizo el testamento, se desmayaba muy á menudo. Andaba la ca- sa alborotada; pero con todo comia la Sobrina, brindaba el Ama, y se regocijaba Sancho Panza, que esto del heredar algo, borra ó tem- pla en el heredero la memoria de la pena que es razon que deje el muerto. En fin llegó el último de Don Quijote, despues de rece bidos todos los Sacramentos, y despues de haber abominado con muchas y eficaces razones de los libros de caballerías. Hallóse el escribano presente, y dijo que nunca habia leido en ningun libro de caballerías, que algun caballero andante hubiese muerto en su lecho tan sosegadamente y tan cristiano como Don Quijote, el cual entre compasiones y lágrimas de los que allí se hallaron, dió su es- píritu: quiero decir, que se murió. Viendo lo cual el Cura, pidió al escribano le diese por testimonio, como Alonso Quijano el Bue- no, llamado comunmente Don Quijote de la Mancha, habia pasa- do desta presente vida y muerto naturalmente, y que el tal testimo- nio pedia, para quitar la ocasion de que algun otro autor que Ci- de Hamete Benengeli, le resucitase falsamente, é hiciese inacaba- bles historias de sus hazañas. Este fin tuvo el INGENIOSO HIDAL- GO DE LA MANCHA, cuyo lugar no quiso poner Cide Hamete pun- tualmente, por dejar que todas las villas y lugares de la Mancha contendiesen entre sí, por ahijársele y tenérsele por suyo, como contendieron las siete ciudades de Grecia por Homero'. Déjanse de poner aquí los llantos de Sancho, Sobrina y Ama de Don Qui- jote, los nuevos epitafios de su sepultura, aunque Sanson Carras- co le puso este: 1 A pesar de la originalidad y gracia de esta comparacion, no carece de inesactitud, pues no se compara & Don Quijote con alguno de los héroes de las dos famosas epopeyas de Homero, sino con su autor. Diremos, con este motivo, que, respecto al de la fábula del Quijote, hasta ocho poblacio- nes de España se han disputado la gloria de haberle dado nacimiento: Madrid, Toledo, Sevilla, Lu- cena, Alcázar de San Juan, Esquivias, Consuegra y Alcalá de Henares. Esta última ha triunfado de

Bus competidores, y se halla ya en pacífica posesion de la palma.-Clemencin.