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Don Quijote.

humilde y subieron á la grandeza que agora conservan, te sirva de ejemplo la casa Otomana, que de un humilde y bajo pastor que le dió principio, está en la cumbre que la vemos. Del segundo lina- ge, que tuvo principio en grandeza y la conserva sin aumentarla, serán ejemplo muchos príncipes, que por herenciá lo son y se con-. servan en ella, sin aumentarla ni diminuirla, conteniéndose en los límites de sus estados pacíficamente. De los que comenzaron gran- des y acabaron en punta, hay millares de ejemplos, porque todos los Faraones y Tolomeos de Egipto, los Césares de Roma, con to- da la caterva (si es que se le puede dar este nombre) de infinitos Principes, Monarcas, Señores, Medos, Asirios, Persas, Griegos, y Bárbaros, todos estos linages y señoríos han acabado punta y en nonada, así ellos como los que les dieron principio, pues no será po- sible hallar agora ninguno de sus decendientes, y si le hallásemos, seria en bajo y humilde estado. Del linage plebeyo no tengo que decir, sino que sirve solo de acrecentar el número de los que viven, sin que merezcan otra fama ni otro elogio sus grandezas. De todo lo dicho quiero que infirais, bobas mias, que es grande la confusion que hay entre los linages, y que solos aquellos parecen grandes y ilustres, que lo muestran en la virtud y en la riqueza y liberalidad de sus dueños. Dije virtudes, riquezas y liberalidades, porque el grande que fuere vicioso, será vicioso grande, y el rico no liberal será un avaro mendigo, que al poseedor de las riquezas no le hace dichoso el tenerlas, sino el gastarlas, y no el gastarlas como quie- ra, sino el saberlas bien gastar. Al caballero pobre no le queda otro camino para mostrar que es caballero, sino el de la virtud, sien- do afable, bien criado, cortes, comedido y oficioso; no soberbio, no arrogante, no murmurador, y sobre todo caritativo, que con dos ma- ravedis que con ánimo alegre dé al pobre, se mostrará tan liberal, como el que á campana herida da limosna, y no habrá quien le vea adornado de las referidas virtudes, que aunque no le conozca, deje de juzgarle y tenerle por de buena casta: y el no serlo, seria mila- gro, y siempre la alabanza fué premio de la virtud, y los virtuosos no pueden dejar de ser alabados. Dos caminos hay, hijas, por don- de pueden ir los hombres à llegar á ser ricos y honrados, el uno es el de las letras, otro el de las armas. Yo tengo mas armas que le- tras, y nací, segun me inclino á las armas, debajo de la influencia del planeta Marte, así que casi me es forzoso seguir por su camino, y por él tengo de ir a pesar de todo el mundo, y será en valde can-

saros en persuadirme, á que no quiera yo lo que los cielos quieren,