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Capítulo VI.

dicho, que sonara por todo el mundo. Como que es posible que una rapaza, que apenas sabe menear doce palillos de randas, se atre- va á poner lengua y á censurar las historias de los caballeros an- dantes? ¿Qué dijera el señor Amadis, si lo tal oyera? Pero á buen seguro, que él te perdonara, porque fué el mas humilde y cortes caballero de su tiempo y demas grande amparador de las doncellas; mas tal te pudiera haber oido, que no te fuera bien dello, que no todos son corteses ni bien mirados; algunos hay follones y desco- medidos: ni todos los que se llaman caballeros lo son de todo en todo, que unos son de oro, otros de alquimia, y todos parecen ca- balleros, pero no todos pueden estar al toque de la piedra de la ver- dad: hombres bajos hay, que revientan por parecer caballeros, y ca- balleros altos hay, que parece que á posta mueren por parecer hom- bres bajos: aquellos se levantan, ó con la ambicion, ó con la virtud: estos se abajan, ó con la flojedad, ó con el vicio, y es menester apro- vecharnos del conocimiento discreto, para distinguir estas dos ma- neras de caballeros tan parecidos en los nombres y tan distantes en las acciones.-¡Válame Dios! dijo la sobrina, que sepa vuesa mer- ced tanto, señor tio, que si fuese menester en una necesidad podria subir en un púlpito é irse á predicar por esas calles, y que con to- do esto dé en una ceguera tan grande y en una sandez tan conoci- da, que se dé á entender que es valiente siendo viejo, que tiene fuerzas estando enfermo, y que endereza tuertos estando por la edad agobiado, y sobre todo, que es caballero, no lo siendo, porque aun- que lo puedan ser los hidalgos, no lo son los pobres?-Tienes mu- cha razon, sobrina, en lo que dices, respondió Don Quijote, y co- sas te pudiera yo decir cerca de los linages, que te admiraran; pe- ro por no mezclar lo divino con lo humano, no las digo, Mirad, amigas: A cuatro suertes de linages (y estadme atentas) se pueden reducir todos los que hay en el mundo, que son estos: unos que tu- vieron principios humildes, y se fueron estendiendo y dilatando, hasta llegar á una sutna grandeza: otros que tuvieron principios grandes, y los fueron conservando, y los conservan y mantienen en el ser que comenzaron: otros que aunque tuvieron principios grandes, acabaron en punta como pirámide, habiendo diminuido y aniquilado su principio hasta parar en nonada, como lo es la pun- ta de la pirámide, que respeto de su basa ó asiento no es nada: otros hay, y estos son los mas, que ni tuvieron principio bueno, ni razo- nable medio, y así tendrán el fin sin nombre, como el linage de la gente plebeya y ordinaria. De los primeros que tuvieron principio


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