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Capítulo LXVII.
CAPÍTULO LXVII.
De la resolución que tomó Don duijote de hacerse pastor y se^^ir Is yida del campo, en tanto que se pasaba el afio de stt promesa, con otros sucesos en verdad gustosos y buenos.


I muchos pensamientos litigaban ¿ Don Quijote aitfes de ser derribado, muchos mas le fatigaron después de caí- da A la sombra del árbol estaba, como se ha dicho, y áuTcomo moscas á la miel le acudían y picaban pensamientos. Unos iban al desencanto de Dulcinea, y otros & la vida que había de hacer en su forzosa retirada.^ Llegó Sancho, 'y alabóle la libe- ral condición del lacayo Tosílos. — ^¿Es posible, le dijo Don Quijo- te, que todavía, ó Sancho, piense» que aquel sea verdadero lacayo? Parece que se te ha ido de las mientes haber visto á Dulcinea con- vertida y transformada en labradora, y al caballero de los Espejos en el Bachiller Carrasco: obras todas de los eztcantadores que me persiguen. Pero dime agora: ¿preguntaste & ese Tosílos, que di- ces, qué ha hecho Díqs de Altisidora, sí ha llorado mi ausencia, 6 si ha degado ya en las manos del olvido los enamorados pensamien- tos que en mi presencia la fatigaban? — No eran, sespondió Sancho, los que yo tenia tales, que me diesen lugar á preguntar boberías. ¡Cuerpo de mí! señor, ¿está vuesa merced ahora en términos de in- quirir pensamientos ^enos, especialmente amorosos? — Mira, San- cho, dijo Don Quijote, mucha diferencia hay de las obras que se hacen por amor, á las que se hacen por agradecimiento. Bien pue- de ser que un caballero sea desamorado; pero no puede ser, hablan- do en todo rigor, que sea desagradecido. Quf some bien, al pare- cer, Altisidora, dióme los tres tocadores que sabes, lloró en mi par- tida, maldijome, vituperóme, quejóse á despecho de la vergüenza publicamente: señales todas de que me adoraba, que las iras de los amantes suelen parar en maldiciones. Yo no tuve esperanzas que darle, ni tesoros que ofrecerle, porque las mías las tengo entrega- das á Dulcinea, y los tesoros de los caballeros andantes son codüo los de los duendes, aparentes y falsos, y solo puedo darle estos re- cuerdos que della tengo, sin perjuicio empero de los que tengo de Dulcinea, á quien tó agravias con la remisión que tienes en azotar- te y en castigar esas carnes, que vea yo comidas de lobos, que quíe-

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