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Don Quijote.

tesía, y escancie el buen Tosílos á despecho y pesar de cuantos en- cantadores, hay en las Indias.-En fin, dijo Don Quijote, tú eres, Sancho, el mayor gloton del mundo, y el mayor ignorante de la tierra, pues no te persuades que este correo es encantado y este To- sílos contrahecho: quédate con él, y hártate, que yo me iré adelan- te poco a poco, esperándote á que vengas. Rióse el lacayo, desen- vainó su calabaza, desalforjó sus rajas, y sacando un panecillo, el y Sancho se sentaron sobre la yerba verde, y en buena paz y com- paña despabilaron y dieron fondo con todo el repuesto de las alfor- jas, con tan buenos alientos, que lamieron el pliego de las cartas, solo porque olia á queso. Dijo Tosílos á Sancho:-Sin duda este tu amo, Sancho amigo, debe de ser un loco.-¿Cómo debe? respon- dió Sancho, no debe nada á nadie, que todo lo paga, y mas cuan- do la moneda es locura: bien lo veo yo, y bien se lo digo á él; pe- ro ¿qué aprovecha? y mas agora que va rematado, porque va ven- cido del caballero de la Blanca Luna. Rogóle Tosílos le contase lo que le habia sucedido; pero Sancho le respondió que era descor- tesía dejar que su amo le esperase, que otro dia, si se encontrasen, habria lugar para ello: y levantándose despues de haberse sacudi- do el sayo y las migajas de las barbas, antecogió al rucio, y dicien- do á Dios, dejó á Tosílos y alcanzó á su amo, que á la sombra de un árbol le estaba esperando.