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Don Quijote.

y una mañana, saliendo Don Quijote á pasearse por la playa, ar- mado de todas sus armas, porque, como muchas veces decia, ellas eran sus arreos, y su descanso el pelear, y no se hallaba sin ellas un punto, vió venir hácia él un caballero armado asimesmo de pun- ta en blanco, que en el escudo traia pintada una luna resplande- ciente, el cual llegándose á trecho que podia ser oido, en altas vo- ces, encaminando sus razones á Don Quijote, dijo:-Insigne caba- llero, y jamas, como se debe, alabado Don Quijote de la Mancha, yo soy El Caballero de la Blanca Luna, cuyas inauditas hazafias quizá te le habrán traido á la memoria: vengo á contender conti- go, y á probar la fuerza de tus brazos, en razon de hacerte conocer y confesar que mi dama, sea quien fuere, es sin comparacion mas hermosa que tu Dulciuea del Toboso, la cual verdad si tú la con- fiesas de llano en llano, escusarás tu muerte y el trabajo que yo he de tomar en dártela, y si tú peleares y yo te venciere, no quiero otra satisfaccion sino que, dejando las armas y absteniéndote de buscar aventuras, te recojas y retires á tu lugar por tiempo de un año, donde has de vivir sin echar mano á la espada, en paz tran- quila y en provechoso sosiego, porque así conviene al aumento de tu hacienda y á la salvacion de tu alma: y si tú me vencieres, que- dará á tu discrecion mi cabeza, y serán tuyos los despejos de mis armas y caballo, y pasará á la tuya la fama de mis hazañas. Mi- ra lo que te está mejor, y respóndeme luego, porque hoy todo el dia traigo de término para despachar este negocio. Don Quijote quedó suspenso y atónito, así de la arrogancia del caballero de la Blanca Luna, como de la causa por que le desafiaba, y con reposo y ademan severo le respondió:-Caballero de la Blanca Luna, cu- yas hazañas hasta ahora no han llegado á mi noticia, yo os haré jurar que jamas habeis visto á la ilustre Dulcinea, que si visto la hubiérades, yo sé que procurárades no poneros en esta demanda, porque su vista os desengañara de que no ha habido ni puede ha- ber belleza que con la suya compararse pueda: y así no dicién- doos que mentis, sino que no acertais en lo propuesto, con las con- diciones que habeis referido aceto vuestro desafio, y luego, porque no se pase el dia que traeis determinado, y solo esceto de las con- diciones la de que se pase á mí la fama de vuestras hazañas, por- que no sé cuáles ni qué tales sean: con las mias me contento, tales cuáles ellas son. Tomad pues la parte del campo que quisiéredes, que yo haré lo mesmo, y á quien Dios se la diere, San Pedro se la bendiga. Habian descubierto de la ciudad al caballero de la Blan- =

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