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Capítulo LX.

os da acogida en su pecho! ¡O esposo mio, cuya desdichada suer- te, por ser prenda mia, te ha llevado del tálamo á la sepultura! Tales y tan tristes eran las quejas de Claudia, que sacaron las lá- grimas de los ojos de Roque, no acostumbrados á verterlas en nin- guna ocasion. Lloraban los criados, desmayábase á cada paso Clau- dia, y todo aquel circuito parecia campo de tristeza y lugar de des- gracia. Finalmente, Roque Guinart ordenó á los criados de Don Vicente que llevasen su cuerpo al lugar de su padre, que estaba allí cerca, para que le diesen sepultura.-Claudia dijo á Roque que queria irse á un monasterio, donde era abadesa una tia suya, en el cual pensaba acabar la vida, de otro mejor esposo y mas eterno acompañada. Alabóle Roque su buen propósito, ofrecióselo de acompañarla hasta donde quisiese, y defender á su padre de los pa- rientes de Don Vicente y de todo el mundo, si ofenderle quisiesen. No quiso su compañía Claudia en ninguna manera, y agradecien- do sus ofrecimientos con las mejores razones que supo, se despidió del llorando. Los criados de Don Vicente llevaron su cuerpo, y Roque se volvió á los suyos: y este fin tuvieron los amores de Clau- dia Gerónima. ¿Pero qué mucho, si tejieron la trama de su lamen- table historia las fuerzas invencibles y rigurosas de los zelos? Ha- lló Roque Guinart á sus escuderos en la parte donde les habia or- denado, y á Don Quijote entre ellos sobre Rocinante, haciéndoles una plática en que les persuadia dejasen aquel modo de vivir tan peligroso, así para el alma como para el cuerpo; pero como los mas eran Gascones, gente rústica y desbaratada, no les entraba bien la plática de Don Quijote. Llegado que fué Roque, preguntó á San- cho Panza, si le habian vuelto y restituido las alhajas y preseas que los suyos del rucio le habian quitado.-Sancho respondió que sí, sino que le faltaban tres tocadores que valian tres ciudades.-- ¿Qué es lo que dices hombre? dijo uno de los presentes, que yo los tengo, y no valen tres reales.-Así es, dijo Don Quijote; pero estí- malos mi escudero en lo que ha dicho, por habérmelos dado quien me los dió. Mandóselos volver al punto Roque Guinart, y man- dando poner los suyos en ala, mandó traer allí delante todos los vestidos, joyas y dineros, y todo aquello que desde la última repar- ticion habian robado, haciendo brevemente el tanteo, volviendo lo no repartible, y reduciéndolo á dineros, lo repartió por toda su com- pañía con tanta legalidad y prudencia, que no pasó un punto, ni defraudó nada de la justicia distributiva. Hecho esto, con lo cual todos quedaron contentos, satisfechos y pagados, dijo Roque á Don

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