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Don Quijote.

su amo no le hubiese padecido castillo aquella venta* Llegóse la hora del cenar, recogiéronse á su estancia: pregunta Sancho al huésped que qué tenia para darles de cenar. A lo que el hués- ped respondió que su boca seria medida, y así que pidiese lo que quisiese, que de las pajaricas del aire, de las aves de la tierra y de los pescados del mar estaba proveída aquella venta. — ^No es me- nester tanto, respondió Sancho; que con un par de pollos que nos asen tendremos lo suficiente, porque mi señor es delicado y come poco, y yo no soy tragantón en demasía. — ^Respondióle el huésped que no tenia pollos, porque los milanos los tenían asolados. — Pues mande el señor huésped^ dijo Sancho, asar una polla que sea tier- na.^--iPolIa, mi padre! respondió el huésped, en verdad en verdad que envié ayer á la ciudad á vender mas de cincuenta; pero, fuera de pollas, pida vuesa merced lo que quisiere. — Desa manera; Bijo Sancho, no faltará ternera ó cabrito. — En casa por ahora, respon- dió el huésped, no lo hay, porque se ha acabado; pero la semana que viene lo habrá de sobra. — Medrados estamos con eso, respon- dió Sancho: yo pondré, que se vienen á resumir todas estas faltas en las sobras que debe de haber de tocino y huevos. — Por Dios, respondió el huésped, que es gentil relente el que mi huésped tie- ne: pues hele dicho, que ni tengo pollas lii gallinas, ¿y quiere que tenga huevos? discurra, sí quisiere, por otras delicadezas, y déjese de pedir gallinas.— Resolvámonos, cuerpo de mí, dijo Sancho, y dígame finalmente lo qíie tiene, y déjese de discurrimientos. — Se- ñor huésped, dijo el ventero, lo que real y verdaderamente tengo, son dos uñas de vaca que parecen manos de ternera, ó dos manos de ternera que parecen uñas de vaca: están cocidas con Sus garban- zos, cebollas y tocino, y la hora de ahora están diciendo: cómeme,' cómeme. — Por mias las marco desde aquí, dijo Sancho, y nadie las toque, que yo las pagaré mejor que otro, porque para mí ninguna otra cosa pudiera esperar de mas gusto, y no se me daría nada que fuesen manos, como fuesen uñas. — Nadie las tocará, dijo el vente- ro, porque otros huéspedes que tengo, de puro principales traen consigo cocinero, despensero y repostería. — Si por principales va, dijo Sancho, ninguno mas que mi amo; pero el oficio que él trae no permite despensas ni botillerías: ahí nos tendemos en mitad de un prado, y nos hartamos de bellotas ó de nísperos. Esta fué la plática que Sancho tuvo con el ventero, sin querer Sancho pasar adelante en responderle, que ya le Iwibia preguntado qué oficio ó

qué ejercicio era el de su amo. Llegóse pues la hora del cenar, re-