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Don Quijote.

des, que deben de ocupar algun pequeño espacio, ocuparan toda la redondez de la tierra, buscara yo nuevos mundos por do pasar sin romperlas: y porque deis algun crédito á esta mi ecsageracion, ved que os lo promete por lo menos Don Quijote de la Mancha, si es que ha llegado á vuestros oidos este nombre.-¡Ay, amiga de mi alma, dijo entonces la otra zagala, y qué ventura tan grande nos ha sucedido! ¿Ves este señor que tenemos delante? pues hágote saber, que es el mas valiente y el mas enamorado y el mas comedido que tiene el mundo; sino es que nos mienta y nos engañe una historia que de sus hazañas anda impresa y yo he leido. Yo apostaré que este buen hombre que viene consigo es un tal Sancho Panza su es- cudero, á cuyas gracias no hay ningunas que se le igualen.-Así es la verdad, dijo Sancho, que yo soy ese gracioso y ese escudero que vuesa merced dice, y este señor es mi amo, el mesmo Don Qui- jote de la Mancha, historiado y referido.-Ay! dijo la otra, supli- quémosle, amiga, que se quede, que nuestros padres y nuestros her- manos gustarán infinito dello, que tambien he oido yo decir de su valor y de sus gracias lo mesmo que tú me has dicho, y sobre to- do dicen dél que es el mas firme y mas leal enamorado que se sa- be, y que su dama es una tal Dulcinea del Toboso, á quien en to- da España la dan la palma de la hermosura.-Con razon se la dan, dijo Don Quijote, si ya no lo pone en duda vuestra sin igual belle- za: no os canseis, señoras, en detenerme, porque las precisas obli- gaciones de mi profesion no me dejan reposar en ningun cabo. Lle- gó en esto adonde los cuatro estaban un hermano de una de las dos pastoras, vestido asimesmo de pastor, con la riqueza y galas que á las de las zagalas correspondia: contáronle ellas que el que con ellas estaba era el valeroso Don Quijote de la Mancha, y el otro su es- cudero Sancho, de quien tenia él ya noticia por haber leido su his- toria. Ofreciósele el gallardo pastor, pidióle que se viniese con él á sus tiendas, húbolo de conceder Don Quijote, y así lo hizo.. Lle- gó en esto el ojeo, llenáronse las redes de pajarillos diferentes, que engañados de la color de las redes caian en el peligro de que iban huyendo. Juntáronse en aquel sitio mas de treinta personas, todas bizarramente de pastores y pastoras vestidas, y en un instante que- daron enteradas de quienes eran Don Quijote y su escudero, de que no poco contento recibieron, porque ya tenian dél noticia por su historia. Acudieron á las tiendas, hallaron las mesas puestas, ri- cas, abundantes y limpias: honraron á Don Quijote, dándole el pri-

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