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Capítulo LII.
CARTA DE TERESA PANZA À LA DUQUESA.


MUCHO contento me dió, señora mia, la carta que Vuesa Grandeza me escribió, que en verdad que la tenia bien deseada. La sarta de corales es muy buena, y el vestido de caza de mi ma- rido no le va en zaga. De que Vuestra Señoría haya hecho Go- bernador á Sancho mi consorte, ha recibido mucho gusto todo.es- te Lugar, puesto que no hay quien lo crea, principalmente el Cu- ra y Maese Nicolas el Barbero, y Sanson Carrasco el Bachiller; pero a mí no se me da nada, que como ello sea así, como lo es, di- ga cada uno lo que quisiere, aunque si va á decir verdad, á no venir los corales y el vestido, tampoco yo lo creyera, porque en es- te pueblo todos tienen a mi marido por un porro, y que sacado de gobernar un hato de cabras, no pueden imaginar para que go- bierno pueda ser bueno: Dios lo haga, y lo encamine como ve que lo han menester sus hijos. Yo, señora de mi alma, estoy deter- minada, con licencia de vuesa merced, de meter este buen dia en mi casa, yéndome a la Corte á tenderme en un coche, para que- brar los ojos á mil envidiosos que ya tengo: y así suplico á Vues- tra Escelencia, mande à mi marido me envíe algun dinerillo, y que sea algo que, porque en la Corte son los gastos grandes, que el pan vale á real y la carne la libra á treinta maravedís, que es un juicio, y si quisiere que no vaya, que me lo avise con tiempo, porque me están bullendo los piés por ponerme en camino, que me dicen mis amigas y mis vecinas, que si yo y mi hija andamos orondas y pomposas en la Corte, vendrá a ser conocido mi mari- do por mí, mas que yo por él, siendo forzoso que pregunten mu- chos: ¿Quién son estas Señoras deste coche? y un criado mio res- ponderá:-La muger y la hija de Sancho Panza, Gobernador de la Insula Barataria, y desta manera será conocido Sancho, y yo seré estimada, y á Roma por todo. Pésame cuanto pesarme puede, que este año no se han cogido bellotas en este pueblo; con todo eso envio à Vuestra Alteza hasta medio celemin, que una à una las fuí yo a coger y á escoger al monte, y no las halle mas mayores; yo quisiera que fueran como huevos de avestruz. No se le olvide a vuestra pomposidad de escribirme, que yo ten- dré cuidado de la respuesta, avisando de mi salud y de todo lo que hubiere que avisar deste Lugar, donde quedo rogando a TOMO II.

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