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Don Quijote.

se iban tras su bolsa:-Buen hombre, id tras aquella muger y qui- tadle la bolsa, aunque no quiera, y volved aquí con ella: y no lo di- jo á tonto ni á sordo, porque luego partió como un rayo, y fué á lo que se le mandaba. Todos los presentes estaban suspensos, espe- rando el fin de aquel pleito, y allí á poco volvieron el hombre y la muger, mas asidos y aferrados que la vez primera: ella la saya le- vantada, y en el regazo, puesta la bolsa, y el hombre pugnando por quitársela, mas no era posible, segun la muger la defendia, la cual daba voces, diciendo:-Justicia de Dios y del mundo: mire vuesa merced, señor gobernador, la poca vergüenza y el poco temor des- te desalmado, que en mitad de poblado y en mitad de la calle me ha querido quitar la bolsa que vuesa merced mandó darme.-Y haosla quitado? preguntó el gobernador.-¿Cómo quitar? respondió la muger, antes me dejara yo quitar la vida que me quiten la bol sa: bonita es la niña, otros gatos me han de echar á las barbas, que no este desventurado y asqueroso: tenazas y martillos, mazos y es- coplos no serán bastantes á sacármela de las uñas, ni aun garras de leones, antes el ánima dé en mitad en mitad de las carnes.- Ella tiene razon, dijo el hombre, y yo me doy por rendido y sin fuer- zas, y confieso que las mias no son bastantes para quitársela, y de- jóla. Entonces el gobernador dijo á la muger:-Mostrad, honrada y valiente, esa bolsa: ella se la dió luego, y el gobernador se la vol- vió al hombre, y dijo á la esforzada y no forzada:-Hermana mia, si el mesmo aliento y valor que habeis mostrado para defender esta bolsa, le mostrárades, y aun la mitad menos, para defender vuestro cuerpo, las fuerzas de Hércules no os hicieran fuerza: andad con Dios y mucho de enhoramala, y no pareis en toda esta ínsula, ni en seis leguas á la redonda, so pena de docientos azotes: andad lue- go, digo, churrillera desvergonzada y embaidora. Espantóse la muger, y fuése cabizbaja y mal contenta, y el gobernador dijo al hombre:-Buen hombre, andad con Dios á vuestro lugar con vues- tro dinero, y de aquí adelante, si no le quereis perder, procurad que no os venga en voluntad de yogar con nadie. El hombre le dió las gracias lo peor que supo, y fuese, y los circunstantes quedaron admirados de nuevo de los juicios y sentencias de su nuevo gober- nador. Todo lo cual notado de su coronista fué luego escrito al Duque, que con gran deseo lo estaba esperando: y quédese aquí el buen Sancho, que es mucha la priesa que nos da su amo alboroza- do con la música de Altisidora.