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Don Quijote.

la limpieza de su policía, sino hasta dos docenas de puntos de una media, que quedó hecha celosía. Afligióse en estremo el buen se- ñor, y diera él, por tener allí un adarme de seda verde, una onza de plata: digo seda verde, porque las medias eran verdes. Aqui es- clamó Benengeli, y escribiendo dijo: ¡ó pobreza, pobreza! no sé yo con qué razon se movió aquel gran poeta Cordobes á llamarte dá- diva santa desagradecida: yo, aunque Moro, bien sé por la comu- nicacion que he tenido con cristianos, que la santidad consiste en la caridad, humildad, fe, obediencia y pobreza; pero con todo eso di- go, que ha de tener mucho de Dios el que se viniere á contentar con ser pobre, si no es de aquel modo de pobreza de quien dice uno de sus mayores santos: tened todas las cosas como si no las tuvié- sedes', y á esto llaman pobreza de espíritu; pero tú, segunda pobre- za, que eres de la que yo hablo, ¿por qué quieres estrellarte con los hidalgos y bien nacidos, mas que con la otra gente? ¿Por qué los obligas á dar pantalia á los zapatos, y á que los botones de sus ro- pillas, unos sean de seda, otros de cerdas y otros de vidrio? ¿Por qué sus cuellos, por la mayor parte, han de ser siempre escarola- dos y no abiertos con molde? (y en esto se echará de ver que es an- tiguo el uso del almidon y de los cuellos abiertos) y prosiguió: mi- serable del bien nacido que va dando pistos á su honra, comiendo mal y á puerta cerrada, haciendo hipócrita al palillo de dientes, con que sale á la calle, despues de no haber comido cosa que le obligue á limpiárselos: miserable de aquel, digo, que tiene la honra espan- tadiza, y piensa que desde una legua se le descubre el remiendo del zapato, el trasudor del sombrero, la hilaza del herreruelo, y la ham- bre de su estómago. Todo esto se le renovó á Don Quijote en la soltura de sus puntos; pero consolóse con ver que Sancho le habia dejado unas botas de camino, que pensó ponerse otro dia. Final- mente él se recostó pensativo y pesaroso, así de la falta que San- cho le hacia, como de la inreparable desgracia de sus medias, á quien tomara los puntos, aunque fuera con seda de otro color, que 1 San Pablo. 2 Coincide con este pensamiento lo que el mismo Cervantes dijo en la comedia De la Gran Sulla- na Doña Catalina de Oviedo: Jornada III, pág. 182: Se embarcó para ir á Oran Un tal fulano de Oviedo, Hidalgo, pero no ricor Maldicion del siglo nuestro, Que parece que el ser pobre Al ser hidalgo está aneceo. i

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