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Don Quijote.

que le cubriese muy bien los ojos, y habiéndoselos cubierto, se vol- vió á descubrir y dijo:-Si mal no me acuerdo, yo he leido en Vir- gilio aquello del Paladion de Troya, que fué un caballo de made- ra, que los griegos presentaron á la diosa Pálas, el cual iba preña- do de caballeros armados, que despues fueron la total ruina de Tro- ya, y así será bien ver primero lo que Clavileño trae en su estóma- go.-No hay para qué, dijo la Dolorida, que yo le fio, y sé que Malambruno no tiene nada de malicioso ni de traidor: vuesa mer- ced, señor Don Quijote, suba sin pavor alguno, y á mi daño si al- guno le sucediere. Parecióle á Don Quijote que cualquiera cosa que replicase acerca de su seguridad, seria poner en detrimento su valentía, y así sin mas altercar subió sobre Clavileño y le tentó la clavija que fácilmente se rodeaba, y como no tenia estribos y le col- gaban las piernas, no parecia sino figura de tapiz flamenco pintada, ó tejida en algun romano triunfo. De mal talante y poco a poce llegó á subir Sancho, y acomodándose lo mejor que pudo en las an- cas, las halló algo duras y no nada blandas, y pidió al Duque, que si fuese posible le acomodasen de algun cojin ó de alguna almoha- da, aunque fuese del estrado de su señora la Duquesa, ó del lecho de algun page, porque las ancas de aquel caballo mas parecian de mármol que de leño.-A esto dijo la Trifaldi, que ningun jaez, ni ningun género de adorno sufria sobre sí Clavileño, que lo que po- dia hacer, era ponerse á mugeriegas, y que así no sentiria tanto la dureza. Hizolo así Sancho, y diciendo-"á Dios," se dejó vendar los ojos, y ya despues de vendados se volvió á descubrir, y mirando á todos los del jardin tiernamente y con lágrimas, dijo, que le ayuda- sen en aquel trance con sendos Pater nostres y sendas Ave Marías, porque Dios deparase quien por ellos los dijese, cuando en semejan- tes trances se viesen. A lo que dijo Don Quijote:-Ladron, ¿estás puesto en la horca por ventura, ó en el último término de la vida, para usar de semejantes plegarias? ¿No estás, desalmada y cobar- de criatura, en el mesmo lugar que ocupó la linda Magalona, del cual descendió, no á la sepultura, sino á ser reina de Francia, si no mienten las historias; y yo que voy á tu lado, no puedo poner- me al del valeroso Piérres que oprimió este mesmo lugar que yo ahora oprimo? Cúbrete, cúbrete, animal descorazonado, y no te salga á la boca el temor que tienes, á lo menos en presencia mia. -Tápenme, respondió Sancho, y pues no quieren que me enco- miende & Dios, ni que sea encomendado, ¿qué mucho que tema no ande por aquí alguna region de diablos que den con nosotros en

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