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Don Quijote.

jote, se adelantaron obra de doce pasos á recebirla. Ella puestas las rodillas en el suelo, con voz antes basta y ronca que sutil y de- licada, dijo:-Vuestras grandezas sean servidas de no hacer tanta cortesía á este su criado, digo á esta su criada, porque segun soy de dolorida, no acertaré á responder à lo que debo, á causa que mi estraña y jamas vista desdicha me ha llevado el entendimiento no sé adonde, y debe de ser muy lejos, pues cuanto mas le busco me- nos le hallo. Sin el estaria, respondió el Duque, señora Condesa, el que no descubriese por vuestra persona vuestro valor, el cual sin mas ver es merecedor de toda la nata de la cortesía, y de toda la flor de las bien criadas ceremonias: y levantándola de la mano, la llevó á sentar en una silla junto á la Duquesa, la cual la recibió asimesmo con mucho comedimiento. Don Quijote callaba, y San- cho andaba muerto por ver el rostro de la Trifaldi, y de alguna de sus muchas dueñas; pero no fué posible, hasta que ellas de su gra- do y voluntad se descubrieron. Sosegados todos y puestos en si- lencio estaban esperando quien le habia de romper, y fué la Due- ña Dolorida con estas palabras:-Confiada estoy, señor poderosísi- mo, hermosísima señora, y discretísimos circunstantes, que ha de hallar mi cuitísima en vuestros valerosísimos pechos acogimiento, no menos plácido que generoso y doloroso, porque ella es tal que es bastante á enternecer los mármoles, y ablandar los diamantes, y á molificar los aceros de los mas endurecidos corazones del mun- do; pero antes que salga á la plaza de vuestros oidos, por no decir orejas, quisiera que me hicieran sabidora, si está en este gremio, corro y compañía, el acendradísimo caballero Don Quijote de la Manchísima y su escuderísimo Panza.-El Panza, antes que otro respondiese, dijo Sancho, aquí está, y el Don Quijotísimo asimes- mo, y así podreis, dolorosísima dueñísima, decir lo que quisieredí- simis, que todos estamos prontos y aparejadísimos á ser vuestros servidorísimos. En esto se levantó Don Quijote, y encaminando sus razones á la Dolorida Dueña, dijo:-Si vuestras cuitas, angus- tiada señora, se pueden prometer alguna esperanza de remedio por algun valor ó fuerzas de algun andante caballero, aquí están las mias, que aunque flacas y breves, todas se emplearán en vuestro servicio. Yo soy Don Quijote de la Mancha, cuyo asunto es acu- dir á toda suerte de menesterosos: y siendo esto así, como lo es, no habeis menester, señora, captar benevolencias, ni buscar preámbu- los, sino á la llana y sin rodeos decir vuestros males, que oidos os

escuchan que sabrán si no remediarlos, dolerse dellos. Oyendo lo