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Don Quijote.

al que mucho madruga: y tripas llevan piés, que no piés à tri- pas: quiero decir, que si Dios me ayuda, y yo hago lo que debo con buena intencion, sin duda que gobernaré mejor que un ge- rifalte: no sino pónganme el dedo en la boca, y verán si aprieto ó no.-Maldito seas de Dios, y de todos sus Santos, Sancho maldito, dijo Don Quijote, y cuándo será el dia, como otras mu- chas veces he dicho, donde yo te vea hablar sin refranes una ra- zon corriente y concertada. Vuestras grandezas dejen á este tonto, señores mios, que les molerá las almas, no solo puestas entre dos, sino entre dos mil refranes traidos tan á sazon y tan á tiempo, cuan- to le dé Dios á él la salud, ó á mí, si los querria escuchar. Los refranes de Sancho Panza, dijo la Duquesa, puesto que son mas que los del Comendador Griego', no por eso son menos de estimar por la brevedad de las sentencias. De mí sé decir, que me dan mas gusto que otros, aunque sean mejor traidos y con mas sazon acomodados. Con estos y otros entretenidos razonamientos salie- ron de la tienda al bosque, y en requerir algunas paranzas y pues- tos se les pasó el dia y se les vino la noche, y no tan clara ni tan sesga, como la sazon del tiempo pedia, que era en la mitad del ve- rano; pero un cierto claro escuro, que trujo consigo, ayudó mucho á la intencion de los Duques, y así como comenzó á anochecer, un poco mas adelante del crepúsculo, à deshora pareció que todo el basque por todas cuatro partes se ardia, y luego se oyeron por aquí y por allí, por acá y por acullá infinitas cornetas y otros instru- mentos de guerra, como de muchas tropas de caballería que por el bosque pasaban. La luz del fuego, el son de los bélicos instrumen- tos casi cegaron y atronaron los ojos y los oidos de los circunstan- tes, y aun de todos los que en el bosque estaban. Luego se oyeron infinitos lelilfes al uso de moros cuando entran en las batallas: so- naron trompetas y clarines, retumbaron tambores, resonaron pífa- ros, casi todos á un tiempo, tan contino y tan apriesa, que no tu- viera sentido el que no quedara sin él al son confuso de tantos ins- trumentos. Pasmóse el Duque, suspendióse la Duquesa, admiró- se Don Quijote, tembló Sancho Panza, y finalmente hasta los mes- mos sabidores de la causa se espantaron. Con el temor les cogió el silencio, y un postillon que en trage de demonio les pasó por de-

1 Fernan Nuñez de Guzman fué llamado el Pinciano por Valladolid su patria, el Comendador porque lo era de la órden de Santiago, y Griego por su doctrina en la lengua griega, que enseñó pri. mero en Alcalá y despues en Salamanca. Juntó una numerosa coleccion de refranes, que se impri-

mió despues de su muerte, acaecida en el año de 1653.-Clemencin.