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Capítulo XXXII.

aguamanil fuese por ella, que el señor Don Quijote esperaria. Hi- zolo así, y quedó Don Quijote con la mas estraña figura y mas pa- ra hacer reir que se pudiera imaginar. Mirábanle todos los que presentes estaban, que eran muchos, y como le veian con media va- ra de cuello mas que medianamente moreno, los ojos cerrados y las barbas llenas de jabon, fué gran maravilla y mucha discrecion po- der disimular la risa: las doncellas de la burla tenian los ojos bajos sin osar mirar á sus señores: á ellos les retozaba la cólera y la risa en el cuerpo, y no sabian á qué acudir, ó á castigar el atrevimien- to de las muchachas, ó darles premio por el gusto que recibian de ver á Don Quijote de aquella suerte. Finalmente la doncella del aguamanil vino, y acabaron de lavar á Don Quijote, y luego la que traia las tohallas le limpió y le enjugó muy reposadamente, y haciéndole todas cuatro á la par una grande y profunda inclina- cion y reverencia, se querian ir; pero el Duque, porque Don Qui- jote no cayese en la burla, llamó á la doncella de la fuente, dicién- dole:-Venid y lavadme á mí, y mirad que no se os acabe el agua. La muchacha aguda y diligente llegó y puso la fuente al Duque como á Don Quijote, y dándose priesa le lavaron y jabonaron muy bien, y dejándole enjuto y limpio, haciendo reverencias se fueron. Despues se supo que habia jurado el Duque, que si á él no le la- varan como á Don Quijote, habia de castigar su desenvoltura, la cual habian enmendado discretamente con haberle á él jabonado ¹. Estaba atento Sancho á las ceremonias de aquel lavatorio, y dijo entre sí:-Válame Dios, ¿si será tambien usanza en esta tierra la- var las barbas á los escuderos como á los caballeros? porque en Dios y en mi ánima que lo he bien menester, y aunque si me las rapasen á navaja lo tendria á mas beneficio.-¿Qué decis entre vos, Sancho? preguntó la Duquesa.-Digo, señora, respondió él, que en las cortes de los otros Príncipes, siempre he oido decir, que en le-. vantando los manteles dan agua á las manos; pero no lejía á las barbas, y que por eso es bueno vivir mucho por ver mucho, aun- que tambien dicen que el que larga vida vive, mucho mal ha de pa- sar, puesto que pasar por un lavatorio de estos antes es gusto que trabajo.-No tengais pena, amigo Sancho, dijo la Duquesa, que yo haré que mis doncellas os laven y aun os metan en colada si fue- re menester.-Con las barbas me contento, respondió Sancho, por 1 No sta la primera bur hecha á hidalgos viajantes en los palacios de grandes señores. En el del Conde de Benavente se hizo otra á un hidalgo portugues casi idéntica con la de Don Quijote, y

que pudo servir de original & Cervantes.