Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote del Mancha Tomo II.djvu/281

Esta página no ha sido corregida
203
Capítulo XXXI.

Sancho, que este tal hidalgo, que yo conozco como á mis manos, porque no hay de mi casa á la suya un tiro de ballesta, convidó á un labrador pobre, pero honrado.-Adelante, hermano, dijo á esta sa- zon el religioso, que camino llevais de no parar con vuestro cuen- to hasta el otro mundo.-A menos de la mitad pararé, si Dios fue- re servido, respondió Sancho: y así digo que llegando el tal labra- dor á casa del dicho hidalgo convidador, que buen poso haya su ánina, que ya es muerto: por mas señas dicen, que hizo una muer- te de un ángel, que yo no me hallé presente; que habia ido por aquel tiempo á segar á Tembleque....-Por vida vuestra, hijo, que volvais presto de Tembleque, y que sin enterrar al Hidalgo, si no quereis hacer mas ecsequias, acabeis vuestro cuento.--Es, pues, el caso, replicó Sancho, que estando los dos para asentarse á la me- sa, que parece que ahora los veo mas que nunca.... Gran gusto recebian los Duques del disgusto que mostraba tomar el buen reli- gioso de la dilacion y pausas con que Sancho contaba su cuento, y Don Quijote se estaba consumiendo en cólera y en rabia.-Digo así, dijo Sancho, que estando, como he dicho, los dos para sentar- se á la mesa, el labrador porfiaba con el hidalgo que tomase la ca- becera de la mesa, y el hidalgo porfiaba tambien que el labrador la tomase, porque en su casa se habia de hacer lo que él mandase; pero el labrador que presumia de cortés y bien criado, jamas qui- so, hasta que el hidalgo mohino, poniéndole ambas manos sobre los hombros le hizo sentar por fuerza, diciéndole:-Sentaos, maja- granzas, que adonde quiera que yo me siente será vuestra cabece- ra; y este es el cuento, y en verdad que creo que no ha sido aquí traido fuera de propósito. Púsose Don Quijote de mil colores, que sobre lo moreno le jaspeaban y se le parecian. Los señores disi- mularon la risa, porque Don Quijote no acabase de correrse, ha- biendo entendido la malicia de Sancho, y por mudar de plática y hacer que Sancho no prosiguiese con otros disparates, preguntó la Duquesa á Don Quijote que qué nuevas tenia de la señora Dul- cinea, y que si le habia enviado aquellos dias algunos presentes de gigantes 6 malandrines, pues no podia dejar de haber vencido mu- chos. A lo que Don Quijote respondió:-Señora mia, mis desgra- cias, aunque tuvieron principio, nunca tendrán fin. Gigantes he vencido, y follones y malandrines le he enviado: ¿pero adónde la habian de hallar, si está encantada y vuelta en la mas fea labrado- ra que imaginarse puede?-No sé, dijo Sancho Panza: á mí me pa- rece la mas hermosa criatura del mundo, á lo menos en la ligere-

TOMO II. 27