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Don Quijote.

dia encomendarle á persona mas caritativa que á la señora Doña Rodriguez. Don Quijote que todo lo oia, le dijo:-Pláticas son estas, Sancho, para este lugar?-Señor, respondió Sancho, cada uno ha de hablar de su menester donde quiera que estuviere: aquí se me acordó del rucio, y aquí hablé dél, y si en la caballeriza se me acordara, allí hablara. A lo que dijo el Duque:-Sancho está muy en lo cierto, y no hay que culparle en nada: al rucio se le da- rá recado á pedir de boca, y descuide Sancho, que se le tratará co- mo á su mesma persona. Con estos razonamientos gustosos á to- dos, sino á Don Quijote, llegaron á lo alto, y entraron á Don Qui- jote en una sala adornada de telas riquísimas de oro y de brocado: seis doncellas le desarmaron y sirvieron de pages, todas industriadas y advertidas del Duque y de la Duquesa de lo que habian de hacer y de como habian de tratar á Don Quijote, para que imaginase y viese que le trataban como á caballero andante. Quedó Don Quijote despues de desarmado en sus estrechos gregüescos y en su jubon de camuza, seco, alto, tendido, con las quijadas que por de dentro se be- saba la una con la otra, figura que á no tener cuenta las doncellas que le servian, con disimular la risa (que fué una de las precisas ór- denes que sus señores les habian dado) reventaran riendo. Pidiéronle que se dejase desnudar para ponerle una camisa; pero nunca lo con- sintió, diciendo que la honestidad parecia tan bien en los caballe- ros andantes como la valentía. Con todo, dijo, que diesen la ca- misa á Sancho; y encerrándose con él en una cuadra donde esta- ba un rico lecho, se desnudó y vistió la camisa, y viéndose solo con Sancho le dijo:-Dime, truhan moderno y majadero antiguo, ¿paré- cete bien deshonrar y afrentar á una dueña tan veneranda y tan digna de respeto como aquella? ¿Tiempos eran aquellos para acor- darte del rucio? to señores son estos para dejar mal pasar á las bestias, tratando tan elegantemente á sus dueños? Por quien Dios es, Sancho, que te reportes y que no descubras la hilaza, de mane- ra que caigan en la cuenta de que eres de villana y grosera te- la tegido. Mira, pecador de tí, que en tanto mas es tenido el se- ñor, cuanto tiene mas honrados y bien nacidos criados, y que una de las ventajas mayores que llevan los príncipes á los demas hom- bres es, que se sirven de criados tan buenos como ellos. ¿No ad- viertes, angustiado de tí, y mal aventurado de mí, que si ven que tú eres un grosero villano, ó un mentecato gracioso, pensarán que yo soy algun achacuervos, 6 algun caballero de mohatra? No, no, Sancho amigo: huye, huye de estos inconvenientes, que quien tro-

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