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Capítulo XXVI.

sean benditos y alabados los cielos allá donde tienen mas levanta- dos sus asientos. En fin, el Caballero de la Triste Figura habia de ser aquel que habia de desfigurar las mias. Enternecióse Sancho Panza con las razones de Maese Pedro, y díjole:-No llores, Maese Pedro, ni te lamentes que me quiebras el corazon, porque te hago saber que es mi señor Don Quijote tan católico y escrupuloso cristiano, que si él cae en la cuenta de que te ha hecho algun agravio, te lo sabrá y te lo querrá pagar y satisfacer, con muchas ventajas.-Con que me pagase el señor Don Quijote alguna parte de las hechuras que me ha deshecho, quedaria contento, y su merced aseguraria su con- ciencia, porque no se puede salvar quien tiene lo ageno contra la voluntad de su dueño y no lo restituye.-Así es, dijo Don Quijo- te; pero hasta ahora yo no sé que tenga nada vuestro, Maese Pe- dro.-¿Como no? respondió Maese Pedro; y estas reliquias que es- tán por este duro y estéril suelo ¿quién las esparció y aniquiló, sino la fuerza invencible dese poderoso brazo? ¿Y cuyos eran sus cuer- pos sino mios? ¿Y con quién me sustentaba yo, sino con ellos?- Ahora acabo de creer, dijo á este punto Don Quijote, lo que otras muchas veces he creido, que estos encantadores que me persiguen, no hacen sino ponerme las figuras como ellas son delante de los ojos, y luego me las mudan y truecan en las que ellos quieren. Real y verdaderamente os digo, señores que me ois, que á mí me pa- reció todo lo que aquí ha pasado que pasaba al pié de la letra, que Melisendra era Melisendra, Don Gayféros Don Gayféros, Marsilio Marsilio, y Carlo Magno Carlo Magno: por eso se me alteró la có- lera, y por cumplir con mi profesion de caballero andante, quise dar ayuda y favor á los que huian, y con este buen propósito hice lo que habeis visto: si me ha salido al reves, no es culpa mia, sino de los malos que me persiguen, y con todo esto deste mi yerro, aun- que no ha procedido de malicia, quiero yo mesmo condenarme en costas: vea Maese Pedro lo que quiere por las figuras deshechas, que yo me ofrezco á pagárselo luego en buena y corriente mone- da castellana. Inclinósele Maese Pedro, diciéndole:-No espera- ba yo menos de la inaudita cristiandad del valeroso Don Quijote de la Mancha, verdadero socorredor y amparo de todos los necesi- tados y menesterosos vagamundos, y aquí el señor ventero y el gran Sancho serán medianeros y apreciadores entre vuesa merced y mí de lo que valen, ó podian valer las ya desechas figuras. El

ventero y Sancho dijeron que así lo harian, y luego Maese Pedro