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Don Quijote.

todo á costă de su lengua y de su mono y de su retablo. En esto volvió el Maese Pedro, y en una carreta venia el retablo y el mono, grande y sin cola con las posaderas de fieltro, pero no de mala ca- ra; y apenas le vió Don Quijote, cuando le preguntó:-Digame vuesa merced, señor adivino, ¿qué peje pillamo? ¿qué ha de ser de nosotros? y vea aquí mis dos reales; y mandó á Sancho que se los diese á Maese Pedro, el cual respondió por el mono y dijo:-Señor, este animal no responde, ni da noticia de las cosas que están por venir: de las pasadas sabe algo y de las presentes algun tanto.- Voto arrus, dijo Sancho, no dé yo un ardite porque me digan lo que por mí ha pasado, porque ¿quién lo puede saber mejor que yo mesmo? y pagar yo porque me digan lo que sé, seria una gran ne- cedad; pero pues sabe las cosas presentes, he aquí mis dos reales, y dígame el señor monísimo, ¿qué hace ahora mi muger Teresa Pan- za y en qué se entretiene? No quiso tomar Maese Pedro el dine- ro, diciendo: No quiero recibir adelantados los premios, sin que hayan precedido los servicios, y dando con la mano derecha dos golpes sobre el hombro izquierdo, en un brinco se le puso el mono en él, y llegando la boca al oido daba diente con diente muy apri- sa, y habiendo hecho este ademan por espacio de un credo, de otro brinco se puso en el suelo, y al punto con grandísima priesa se fué Maese Pedro á poner de rodillas ante Don Quijote, y abrazándole las piernas dijo:-Estas piernas abrazo, bien así como si abrazara las dos columnas de Hércules, ¡ó resucitador insigne de la ya pues- ta en olvido andante caballería! ¡ó no jamas como se debe alabado caballero Don Quijote de la Mancha, ánimo de los desmayados, ar- rimo de los que van á caer, brazo de los caidos, báculo y consuelo de todos los desdichados! Quedó pasmado Don Quijote, absorto Sancho, suspenso el primo, atónito el page, abobado el del rebuzne, confuso el ventero, y finalmente espantados todos los que oyeron las razones del titerero, el cual prosiguió diciendo:-Y tú, ó buen San- cho Panza, el mejor escudero y del mejor caballero del mundo, alé- grate que tu buena muger Teresa está buena, y esta es la hora en que ella está rastrillando una libra de lino, y por mas señas tiene á su lado izquierdo un jarro desbocado que cabe un buen porque de vino, con que se entretiene en su trabajo.--Eso creo yo muy bien, respon- dió Sancho, porque es ella una bienaventurada, y á no ser zelosa, no la trocara yo por la giganta Andandona, que segun mi señor fué una muger muy cabal y muy de pro, y es mi Teresa de aquellas que

no se dejan mal pasar, aunque sea á costa de sus herederos.-Aho-