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Capítulo XXV.

condido del monte: si quereis que volvamos los dos á buscarle, de- jadme poner esta borrica en mi casa, que luego vuelvo.-Mucho placer me haréis, dijo el del jumento, é yo procuraré pagároslo en la mesma moneda. Con estas circunstancias todas y de la mesma manera que yo lo voy contando, lo cuentan todos aquellos que es- tán enterados en la verdad deste caso. En resolucion, los dos re- gidores á pié y mano á mano se fueron al monte, y llegando al lu- gar y sitio donde pensaron hallar el asno, no le hallaron, ni pare- ció por todos aquellos contornos, aunque mas le buscaron. Vien- do pues que no parecia, dijo el regidor que le habia visto al otro:- Mirad, compadre, una traza me ha venido al pensamiento, con la cual sin duda alguna podremos descubrir este animal, aunque esté metido en las entrañas de la tierra, no que del monte: y es que yo sé rebuznar maravillosamente, y si vos sabeis algun tanto, dad el hecho por concluido.-¿Algun tanto decis, compadre? dijo el otro. Por Dios que no dé la ventaja á nadie, ni aun á los mesmos asnos. Ahora lo veremos, respondió el regidor segundo, porque tengo determinado que os vais vos por una parte del monte y yo por otra, de modo que le rodeemos y andemos todo, y de trecho en trecho re- buznaréis vos y rebuznaré yo, y no podrá ser menos sino que el asno nos oya y nos responda, si es que está en el monte. A lo que respondió el dueño del jumento:-Digo, compadre, que la traza es escelente y digna de vuestro gran ingenio: y dividiéndose los dos segun el acuerdo, sucedió que casi á un mesmo tiempo rebuznaron, y cada uno engañado del rebuzno del otro acudieron á buscarse, pensando que ya el jumento habia parecido, y en viéndose, dijo el perdidoso:-¿Es posible, compadre, que no fué mi asno el que re- buznó? No fué sino yo, respondió el otro.-Ahora digo, dijo el dueño, que de vos á un asno, compadre, no hay alguna diferencia en cuanto toca al rebuznar, porque en mi vida he visto ni oido co- sa nas propia.-Esas alabanzas y encarecimiento, respondió el de la traza, mejor os atañen y tocan á vos que á mí, compadre, que por el Dios que me crió, que podeis dar dos rebuznos de ventaja al mayor y mas perito rebuznador del mundo, porque el sonido que teneis es alto, lo sostenido de la voz á su tiempo y compas, los de-. jos muchos y apresurados, y en resolucion yo me doy por vencido y os rindo la palma, y doy la bandera desta rara habilidad.-Aho- ra digo, respondió el dueño, que me tendré y estimaré en mas de aquí adelante, y pensaré que sé alguna cosa, pues tengo alguna

gracia, que puesto que pensara que rebuznaba bien, nunca entendí