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Don Quijote.

costa; pero con todo, aunque chica es capaz de recibir húespedes. -¿Tiene por ventura gallinas el tal ermitaño? preguntó Sancho. --Pocos ermitaños están sin ellas, respondió Don Quijote, porque no son los que agora se usan, como aquellos de los desiertos de Egipto, que se vestian de hojas de palma y comian raices de la tier- ra. Y no se entienda que por decir bien de aquellos, no lo digo de aquestos, sino que quiero decir, que al rigor y estrecheza de enton- ces no llegan las penitencias de los de agora; pero no por esto de- jan de ser todos buenos, á lo menos yo por buenos los juzgo, y cuan- do todo corra turbio, menos mal hace el hipócrita que se finge bue- no, que el público pecador. Estando en esto vieron que hácia don- de ellos estaban venia un hombre á pié, caminando apriesa y dan- do varazos á un macho que venia cargado de lanzas y de alabardas. Cuando llegó á ellos los saludó y pasó de largo. Don Quijote le dijo:-Buen hombre, deteneos, que parece que vais con mas dili- gencia que ese macho ha menester.-No me puedo detener, señor, respondió el hombre, porque las armas que veis que aquí llevo han de servir mañana, y así me es forzoso el no detenerme, y á Dios. Pero si quisiéredes saber para que las llevo, en la venta que está mas arriba de la ermita pienso alojar esta noche, y si es que haceis este mismo camino, allí me hallareis, donde os contaré maravillas, y á Dios otra vez, y de tal manera aguijó el macho, que no tuvo lu- gar Don Quijote de preguntarle qué maravillas eran las que pen- saba decirles, y como él era algo curioso y siempre le fatigaban de- seos de saber cosas nuevas, ordenó que al momento se partiesen y fuesen á pasar la noche en la venta, sin tocar en la ermita, donde quisiera el primo que se quedaran. Hízose así, subieron á caballo y siguieron todos tres el derecho camino de la venta, á la cual lle- garon un poco antes de anochecer. Dijo el primo á Don Quijote, que llegasen á la ermita á beber un trago. Apenas oyó esto San- cho Panza, cuando encaminó el rucio á ella, y lo mesmo hicieron Don Quijote y el primo; pero la mala suerte de Sancho parece que ordenó que el ermitaño no estuviese en casa, que así se lo dijo una sotaermitaño que en la ermita hallaron. Pidiéronle de lo caro. Respondió que su señor no lo tenia; pero que si querian agua bara- ta, que se le daria de muy buena gana.-Si yo la tuviera de agua, respondió Sancho, pozos hay en el camino donde la hubiera satis- fecho. ¡Ha bodas de Camacho y abundancia de la casa de Don Contar maravillas, y hacer ver maravillas: espresiones enfáticas, usadas para poner

mos en la espectacion de oir algun suceso estupendo.