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Capítulo XXIII.

prenda es buena segun parece, no hay sino dárselos, que sin duda debe de estar puesta en algun grande aprieto.-Prenda no la toma- ré yo, le respondí, ni menos le daré lo que pide, porque no tengo sino solos cuatro reales, los cuales le dí (que fueron los que tú, San- cho, me diste el otro dia para dar limosna á los pobres que topase por los caminos) y le dije:-Decid, amiga mia, á vuesa señora, que á mí me pesa en el alma de sus trabajos, y que quisiera ser un Fú- car para remediarlos, y que le hago saber, que yo no puedo, ni de- bo tener salud careciendo de su agradable vista y discreta conver- sacion, y que le suplico cuan encarecidamente puedo, sea servida su merced de dejarse ver y tratar deste su cautivo servidor y asen- dereado caballero. Diréisle tambien que cuando nenos se lo pien- se, oirá decir, como yo he hecho un juramento y voto, á modo de aquel que hizo el Marques de Mantua de vengar á su sobrino Bal- dovínos, cuando le halló para espirar en mitad de la montaña, que fué de no comer pan á manteles, con las otras zarandajas que allí añadió, hasta vengarle: y así le haré yo de no sosegar y de andar las siete partidas del mundo, con mas puntualidad que las anduvo el Infante Don Pedro de Portugal, hasta desencantarla.-Todo eso y mas debe vuesa merced á mi señora, me respondió la doncella; y tomando los cuatro reales, en lugar de hacerme una reverencia, hi- zo una cabriola que se levantó dos varas de medir en el aire.-¡0 Santo Dios! dijo á este tiempo, dando una gran voz Sancho: ¡es po- sible que tal hay en el mundo, y que tengan en él tanta fuerza los encantadores y encantamentos, que hayan trocado el buen juicio de mi señor en una tan disparatada locura! O señor, señor, por quien Dios es, que vuesa merced mire por sí y vuelva por su honra, y no dé crédito á esas vaciedades que le tienen menguado y descabala- do el sentido. Como me quieres bien, Sancho, hablas desa mane- ra, dijo Don Quijote, y como no estás esperimentado en las cosas del mundo, todas las cosas que tienen algo de dificultad te parecen imposibles; pero andará el tiempo, como otra vez he dicho, y yo te contaré algunas de las que allá abajo he visto, que te harán creer las que aquí he contado, cuya verdad ni admite réplica ni disputa.