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Don Quijote.

estudiante, que en oyéndole hablar Don Quijote, le tuvo por dis- creto y agudo. Aquí pinta el autor todas las circunstancias de la casa de Don Diego, pintándonos en ellas lo que contiene una casa de un caballero labrador y rico; pero el traductor desta historia le pareció pasar estas y otras semejantes menudencias en silencio, por- que no venian bien con el propósito principal de la historia, la cual mas tiene su fuerza en la verdad que en las frias digresiones. En- traron á Don Quijote en una sala, desarmole Sancho, quedó en ba- lones y en jnbon de camuza, todo bisunto con la mugre de las ar- mas: el cuello era valona á lo estudiantil sin almidon y sin randas, los borceguíes eran datilados, y encerados los zapatos. Cifiose su buena espada, que pendia de un tahalí de lobos marinos: que es opi- nion que muchos años fue enfermo de los riñones': cubrióse un herreruelo de buen paño pardo; pero antes de todo, con cinco cal- deros, ó seis de agua (que en la cantidad de los calderos hay algu- na diferencia) se labó la cabeza y rostro, y todavia se quedó el agua de color de suero: merced å la golosina de Sancho, y á la compra de sus negros requesones que tan blanco pusieron á su amo. Con los referidos atavíos y con gentil donaire y gallardía salió Don Qui- jote á otra sala donde el estudiante le estaba esperando para entre- tenerle en tanto que las mesas se ponían: que por la venida de tan noble huésped queria la señora Doña Cristina mostrar que sabia y podia regalar á los que á su casa llegasen. En tanto que Don Qui- jote se estuvo desarmando, tuvo lugar Don Lorenzo (que así se lla- maba el hijo de Don Diego) de decir á su padre:-¿Quién dirémos, señor, que es este caballero que vuesa merced nos ha traido á casa? que el nombre, la figura y el decir que es caballero andante, á mí y á mi madre nos tiene suspensos. No sé lo que te diga, hijo, res- pondió Don Diego, solo te sabré decir que le he visto hacer cosas del mayor loco del mundo, y decir razones tan discretas que bor- ran y deshacen sus hechos: háblale tú y toma el pulso á lo que sa- be, y pues eres discreto, juzga de su discrecion 6 tontería lo que mas puesto en razon estuviere, aunque para decir verdad, antes le tengo por loco que por cuerdo. Con esto se fué Don Lorenzo á en- tretener á Don Quijote, como queda dicho, y entre otras pláticas que los dos pasaron, dijo Don Quijote á Don Lorenzo:-El señor

1 El tahali (dice Covarrubias en su Tesoro) es un cinto ancho, que cuelga desde el hombro dere. cho hasta lo bajo del brazo izquierdo, del cual hoy día los turcos cuelgan sus alfanges; y muchos de los nuestros, enfermos de los riñones, por hacerles daño la pretina, cuelgan les espadas de los taha.

lies.