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Don Quijote.

bra en la de atras, y ahora van hambrientos, porque no han comi- do hoy, y así vuesa merced se desvie, que es menester llegar pres- to donde les demos de comer. A lo que dijo Don Quijote sonriéndo- se un poco:-¿Leoncitos á mí? ¡á mi leoncitos y á tales horas? pues por Dios que han de ver esos señores que acá los envian, si soy yo hombre que se espanta de leones. Apeaos, buen hombre, y pues sois el leonero, abrid esas jaulas y echadme esas bestias fuera, que en mitad de esta campaña les daré á conocer quien es Don Quijo- te de la Mancha, á despecho y pesar de los encantadores que á mí los envian.-Ta, ta, dijo á esta sazon entre sí el hidalgo, dado ha señal de quien es nuestro buen caballero: los requesones sin duda le han ablandado los cascos y madurado los sesos. Llegóse en es- to á él Sancho y díjole:-Señor, por quien Dios es que vuesa mer- ced haga de manera que mi señor Don Quijote no se tome con es- tos leones, que si se toma, aquí nos han de hacer pedazos á todos. -¿Pues tan loco es vuestro amo, respondió el hidalgo, que temeis y creis que se ha de tomar con tan fieros animales?-No es loco, respondió Sancho, sino atrevido.-Yo haré que no lo sea, replicó el hidalgo: y llegándose á Don Quijote, que estaba dando priesa al leonero que abriese las jaulas, le dijo:-Señor caballero, los caballe- ros andantes han de acometer las aventuras que prometen esperan- za de salir bien de ellas, y no aquellas que de todo en todo la qui- tan, porque la valentía que se entra en la juridicion de la temeri- dad, mas tiene de locura que de fortaleza, cuanto mas que estos leo- nes no vienen contra vuesa merced ni lo sueñan, van presentados á su Magestad, y no será bien detenerlos, ni impedirles su viage.- Váyase vuesa merced, señor hidalgo, respondió Don Quijote, á en- tender con su perdigon manso y con su huron atrevido, y deje á cada uno hacer su oficio: este es el mio, y yo sé si vienen á mí ó no estos señores leones: y volviéndose al leonero le dijo:-Voto á tal, Don bellaco, que si no abris luego luego las jaulas, que con es- ta lanza os he de coser con el carro. El carretero que vió la de- terminacion de aquella armada fantasma, le dijo:-Señor mio, vue- sa merced sea servido por caridad dejarme desuncir las mulas y po- nerme en salvo con ellas antes que se desenvainen los leones, por- que si me las matan quedaré rematado para toda mi vida, que no tengo otra hacienda sino este carro y estas mulas.-O hombre de poca fé, respondió Don Quijote: apeate y desunce y haz lo que qui- sieres, que presto verás que trabajaste en vano, y que pudieras ahor-

rar desta diligencia. Apeóse el carretero y desunció á gran priesa,