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DON QUIJOTE.

una sotana de raja de Florencia.—Púsole aparte con grandísimo gusto, y el barbero prosiguió diciendo: estos que se siguen son: El Pastor de Iberia, Ninfas de Henares y Desengaño de zelos.—Pues no hay mas que hacer, dijo el cura, sino entregarlos al brazo seglar del ama, y no se me pregunte el por qué, que seria nunca acabar.—Este que viene es El Pastor de Fílida.—No es ese pastor, dijo el cura, sino muy discreto cortesano: guárdese como joya preciosa.—Este grande que aquí viene, se intitula, dijo el barbero, Tesoro de varias poesías.—Como ellas no fueran tantas, dijo el cura, fueran mas estimadas: menester es que este libro se escarde y limpie de algunas bajezas que entre sus grandezas tiene: guárdese, porque su autor es amigo mio, y por respeto de otras mas heroicas y levantadas obras que ha escrito.—Este es, siguió el barbero, El Cancionero de Lopez Maldonado.—También el autor dese libro, replicó el cura, es grande amigo mio, y sus versos en su boca admiran á quien los oye, y tal es la suavidad de la voz con que los canta, que encanta: algo largo es en las églogas; pero nunca lo bueno fué mucho: guárdese con los escogidos. Pero ¿qué libro es ese que está junto á él?—La Galatea de Miguel Cervantes, dijo el barbero.—Muchos años ha que es grande amigo mio ese Cervantes, y sé que es mas versado en desdichas, que en versos: su libro tiene algo de buena invencion, propone algo, y no concluye nada: es menester esperar la Segunda Parte que promete, quizá con la enmienda alcanzará del todo la misericordia que ahora se le niega, y entre tanto que esto se ve, tenelde recluso en vuestra posada, señor compadre.—Qué me place, respondió el barbero, y aquí vienen tres todos juntos: La Araucana de Don Alonso de Ercilla: La Austriada de Juan Rufo, jurado de Córdoba; y El Monserrate de Cristóbal de Virues, poeta valenciano.—Todos esos tres libros, dijo el cura, son los mejores que en verso heroico en lengua castellana están escritos, y pueden competir con los mas famosos de Italia: guárdense como las mas ricas prendas de poesía que tiene España.=Cansóse el cura de ver mas libros, y así á carga cerrada quiso que todos los demas se quemasen. Pero ya tenia abierto uno el barbero, que se llamaba Las Lágrimas de Angélica.—Lloráralas yo, dijo el cura, en oyendo el nombre, si tal libro hubiera mandado quemar, porque su autor fué uno de los famosos poetas del mundo, no solo de España, y fué felicísimo en la traduccion de algunas fábulas de Ovidio.