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DON QUIJOTE.

cautiva: atended que no por culpa mia, sino de mi caballo estoy aquí tendido. Un mozo de mulas de los que allí venian, que no debia de ser muy bien intencionado, oyendo decir al pobre caido tantas arrogancias, no lo pudo sufrir sin darle la respuesta en las costillas. Y llegándose á él, tomó la lanza, y despues de haberla hecho pedazos, con uno dellos comenzó á dar á nuestro Don Quijote tantos palos, que á despecho y pesar de sus armas, le molió como cibera. Dábanle voces sus amos, que no le diese tanto, y que le dejase; pero estaba ya el mozo picado, y no quiso dejar el juego hasta envidar todo el resto de su cólera; y acudiendo por los demas trozos de la lanza, los acabó de deshacer sobre el miserable caido, que con toda aquella tempestad de palos que sobre él via, no cerraba la boca, amenazando al cielo y á la tierra, y á los malandrines, que tal le parecian. Cansóse el mozo, y los mercaderes siguieron su camino, llevando que contar en todo él del pobre apaleado, el cual despues que se vió solo, tornó á probar si podia levantarse; pero si no lo pudo hacer cuando sano y bueno, ¿cómo lo haria molido y casi deshecho? y aun se tenia por dichoso, pareciéndole que aquella era propia desgracia de caballeros andantes, y toda la atribuia á la falta de su caballo, y no era posible levantarse segun tenia brumado todo el cuerpo.