contarle punto por punto lo que habia pasado, y que se lo habia de pagar con las setenas[1]. Pero con todo esto él se partió llorando, y su amo se quedó riendo: y desta manera deshizo el agravio el valeroso Don Quijote, el cual contentísimo de lo sucedido, pareciéndole que habia dado felicísimo y alto principio á sus caballerías, con gran satisfaccion de sí mismo iba caminando ácia su aldea, diciendo á media voz: Bien te puedes llamar dichosa sobre cuantas hoy viven sobre la tierra, ¡ó sobre las bellas bella Dulcinea del Toboso! pues te cupo en suerte tener sujeto y rendido á toda tu voluntad é talante á un tan valiente y tan nombrado caballero como lo es y será Don Quijote de la Mancha, el cual, como todo el mundo sabe, ayer recibió la órden de caballería, y hoy ha desfecho el mayor tuerto y agravio que formó la sinrazon y cometió la crueldad: hoy quitó el látigo de la mano á aquel desapiadado enemigo, que tan sin ocasion vapulaba á aquel delicado infante.
En esto llegó á un camino que en cuatro se dividia, y luego se le vino á la imaginacion las encrucijadas donde los caballeros andantes se ponian á pensar cuál camino de aquellos tomarian: y por imitarlos se estuvo un rato quedo, y al cabo de haberlo muy bien pensado, soltó la rienda á Rocinante, dejando á la voluntad del rocin la suya, el cual siguió su primer intento, que fué el irse camino de su caballeriza: y habiendo andado como dos millas, descubrió Don Quijote un grande tropel de gente, que como despues se supo, eran unos mercaderes toledanos que iban á comprar seda á Murcía. Eran seis, y venian con sus quitasoles, con otros cuatro criados á caballo, y tres mozos de mulas á pié. Apenas los divisó Don Quijote, cuando se imaginó ser cosa de nueva aventura, y por imitar en todo cuanto á él le parecia posible los pasos que habia leido en sus libros, le pareció venir allí de molde uno que pensaba hacer. Y así con gentil continente y denuedo se afirmó bien en los estribos, apretó la lanza, llegó la adarga al pecho, y puesto en la mitad del camino, estuvo esperando que aquellos caballeros andantes llegasen (que ya él por tales los tenia y juzgaba), y cuando llegaron á trecho que se pudieron ver y oir, levantó Don Quijote la voz, y con ademan arrogante dijo:—Todo el mundo se tenga, si todo el mundo no confiesa que no hay en el mundo todo doncella mas hermosa que la emperatriz de la Mancha, la sin par Dulcinea del Toboso.=Paráronse los mercaderes al son de estas razones, y á
- ↑ Las setenas era la pena en que alguno era condenado en el siete tanto, ó en siete partes mas del daño hecho.