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CAPÍTULO IV.

te: basta que yo se lo mande para que me tenga respeto, y con que él me lo jure por la ley de caballería que ha recibido, le dejaré ir libre, y aseguraré la paga.—Mire vuestra merced, señor, lo que dice, dijo el muchacho, que este mi amo no es caballero, ni ha recibido órden de caballería alguna: que es Juan Haldudo el rico, el vecino del Quintanar.—Importa poco eso, respondió Don Quijote, que Haldudos puede haber caballeros: cuánto mas que cada uno es hijo de sus obras.—Así es verdad, dijo Andres; ¿pero este mi amo, de que obras es hijo, pues me niega mi soldada, y mi sudor y mi trabajo?—No niego, hermano Andres, respondió el labrador, y hacedme placer de veniros conmigo, que yo juro por todas las órdenes que de caballerías hay en el mundo, de pagaros, como tengo dicho, un real sobre otro, y aun sahumados.—Del sahumerio os hago gracia, dijo Don Quijote, dádselos en reales, que con eso me contento: y mirad que lo cumplais como lo habeis jurado; si no, por el mismo juramento os juro de volver á buscaros, y á castigaros, y que os tengo de hallar aunque os escondais mas que una lagartija: y si quereis saber quien os manda esto, para quedar con mas veras obligado á cumplirlo, sabed que yo soy el valeroso Don Quijote de la Mancha, el desfacedor de agravios y sinrazones, y á Dios quedad, y no se os parta de las mientes lo prometido y jurado, so pena de la pena pronunciada.=Y en diciendo esto, picó á su Rocinante, y en breve espacio se apartó dellos. Siguióle el labrador con los ojos, y cuando vió que habia traspuesto del bosque, y que ya no parecia, volvióse á su criado Andres, y díjole:—Venid acá, hijo mio, que os quiero pagar lo que os debo como aquel deshacedor de agravios me dejó mandado.—Eso juro yo, dijo Andres, y cómo que andará vuestra merced acertado en cumplir el mandamiento de aquel buen caballero, que mil años viva; que segun es de valeroso y de buen juez, vive Roque, que si no me paga, que vuelva y ejecute lo que dijo.—Tambien lo juro yo, dijo el labrador; pero por lo mucho que os quiero, quiero acrecentar la deuda para acrecentar la paga.=Y asiéndole del brazo, le tornó á atar á la encina, donde le dió tantos azotes, que le dejó por muerto.—Llamad, señor Andres, ahora, decia el labrador, al desfacedor de agravios, veréis como no desface aqueste, aunque creo que no está acabado de hacer, porque me viene gana de desollaros vivo como vos temíades.=Pero al fin le desató, y le dió licencia que fuese á buscar á su juez para que ejecutase la pronunciada sentencia. Andres se partió algo mohino, jurando de ir á buscar al valeroso Don Quijote de la Mancha, y