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DON QUIJOTE.

voz dijo: —Vosotros, que quizá por no ser buenos os encubris los rostros, atended y escuchad lo que deciros quiero. Los primeros que se detuvieron fueron los que la imágen llevaban; y uno de los cuatro clérigos que cantaban las letanías, viendo la estraña catadura de Don Quijote, la flaqueza de Rocinante y otras circunstancias de risa que notó y descubrió en Don Quijote, le respondió diciendo: —Señor hermano, si nos quiere decir algo, dígalo presto, porque se van estos hermanos abriendo las carnes, y no podemos, ni es razon que nos detengamos á oir cosa alguna, si ya no es tan breve, que en dos palabras se diga. —En una lo diré, replicó Don Quijote, y es esta, que luego al punto dejeis libre á esa hermosa señora, cuyas lágrimas y triste semblante dan claras muestras que la llevais contra su voluntad, y que algun notorio desaguisado le habédes fecho, y yo que nací en el mundo para desfacer semejantes agravios, no consentiré que un solo paso adelante pase, sin darle la deseada libertad que merece. En estas razones cayeron todos los que las oyeron, que Don Quijote debia de ser algun hombre loco, y tornáronse á reir muy de gana, cuya risa fué poner pólvora á la cólera de Don Quijote, porque sin decir mas palabra, sacando la espada arremetió á las andas. Uno de aquellos que las llevaban, dejando la carga á sus compañeros, salió al encuentro de Don Quijote enarbolando una horquilla, ó baston con que sustentaba las andas en tanto que descansaba, y recibiendo en ella una gran cuchillada que le tiró Don Quijote con que se la hizo dos partes, con el último tercio que le quedó en la mano, dió tal golpe á Don Quijote encima de un hombro por el mismo lado de la espada, que no pudo cubrir el adarga contra villana fuerza, que el pobre Don Quijote vino al suelo muy mal parado. Sancho Panza, que jadeando le iba á los alcances, viéndole caido, dio voces á su moledor, que no le diese otro palo, porque era un pobre caballero encantado que no habia hecho mal á nadie en todos los dias de su vida; mas lo que detuvo al villano, no fueron las voces de Sancho, sino el ver que Don Quijote no bullia pié ni mano, y así creyendo que le habia muerto, con priesa se alzó la túnica á la cinta, y dió á huir por la campaña como un gamo. Ya en esto llegaron todos los de la compañía de Don Quijote adonde él estaba, mas los de la procesion, que los vieron venir corriendo, y con ellos los cuadrilleros con sus ballestas, temieron algun mal suceso, y hiciéronse todos un remolino al rededor de la imágen, y alzados los capirotes, empuñando las diciplinas, y los clérigos los ciriales, esperaban el asalto con