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DON QUIJOTE.

tiende á tanto la locura, que hay quien se queje de desden sin haberla jamas hablado, y aun quien se lamente y sienta la rabiosa enfermedad de los celos, que ella jamas dió á nadie, porque como ya tengo dicho, antes se supo su pecado que su deseo. No hay hueco de peña, ni márgen de arroyo, ni sombra de árbol, que no esté ocupada de algun pastor que sus desventuras á los aires cuente: el eco repite el nombre de Leandra donde quiera que pueda formarse: Leandra resuenan los montes, Leandra murmuran los arroyos, y Leandra nos tiene á todos suspensos y encantados, esperando sin esperanza y temiendo sin saber de qué tememos. Entre estos disparatados, el que muestra que menos y mas juicio tiene, es mi competidor Anselmo, el cual teniendo tantas otras cosas de que quejarse, solo se queja de ausencia, y al son de un rabel que admirablemente toca, con versos donde muestra su buen entendimiento, cantando se queja: yo sigo otro camino mas fácil, y á mi parecer el mas acertado, que es decir mal de la ligereza de las mugeres, de su inconstancia, de su doble trato, de sus promesas muertas, de su fe rompida, y finalmente, del poco discurso que tienen en saber colocar sus pensamientos é intenciones que tienen: y esta fué la ocasión, señores, de las palabras y razones que dije á esta cabra, cuando aquí llegué, que por ser hembra la tengo en poco, aunque es la mejor de todo mi apero. Esta es la historia que prometí contaros: si he sido en el contarla prolijo, no seré en serviros corto: cerca de aquí tengo mi majada, y en ella tengo fresca leche y muy sabrosísimo queso, con otras varias y sazonadas frutas, no menos á la vista que al gusto agradables.